No sé, pero he
amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este
pueblo. Si he de ser sincero, disfrutaré si llega a pasar lo que he estado
labrando durante algún tiempo. Por fin voy a poder ejercer mi profesión de
salva almas.
Es un aburrimiento
todos los días oír las mismas confesiones, las mismas quejas, ver las mismas
caras, fingiendo lo que no quieren hacer. Por mi condición de pastor de la
iglesia, me entero de todos los secretos que guardan unos y otros, o sea de sus
pecados, los cuales pasan a ser también mis “secretos de confesión”. Todos
temen la ira de Dios, encarnado en mí y me satisface que así sea, porque temer
es necesario en esta sociedad de libertinaje y desenfreno.
Se imaginan la cara
del Sr. Alcalde, cuando su mujer le diga que está enterada de con quién se la
está pegando o cuando la abuelita tan candorosa e inocente sepa que el
monaguillo es su nieto. Su hija se fue a parir fuera del pueblo y se lo entregó
a la ventera, su amiga de siempre, para que le guardara el secreto y lo
acogiera como su hijo. Al cabo de unos años esta mujer se dio cuenta que el
niño tenía su sexualidad desviada y
además su intención era cambiarse de sexo,
por cuyo motivo, el insensato ha estado robando del cepillo de la iglesia
para reunir un capital e ir a operarse a
Estados Unidos. Hoy lo voy a poner en conocimiento de la guardia civil,
para que lo detengan.
El señor médico
también se las trae, aparte de cobrarle abusivamente a estos pueblerinos, les
exige a las mujeres, que primero pasen por la camilla, entre ellas la ventera,
que lo ha puesto en conocimiento del alcalde, porque claro, a ella le interesa
más, favorecer al inquilino del ayuntamiento.
Cuando la verdadera
madre del monaguillo, vecina e hija de la abuelita más vieja del pueblo, se
enteró de todo lo que estaba pasando con su hijo, se personó de inmediato,
después de más de muchos años sin aparecer por el pueblo y le contó una verdad
a medias, a su madre. La vieja, le exige que le diga quién es el padre del niño
y porqué se lo ha ocultado.
Cuando me enteré que
esta mujer estaba en el pueblo, me personé en su casa dónde me enteré quien era
la madre del monaguillo y le dije; “o me pagas todo lo que tu hijo ha robado o
la iglesia o lo denunciaré”
Sí, pues adelante,
denuncia a tu hijo si eres capaz. Ya no te acuerdas cuando impartías los cursos
de catequesis y moralidad, lo que nos hacías a las niñas que acudíamos. Yo soy
la Bene, de la que te encaprichaste ¿no me recuerdas? Venías a buscarme aquí a
esta casa con maniobras maquiavélicas y usando tus dotes de buena persona,
engañando a mis padres porque me necesitabas para trabajos administrativos. Yo
acudía porque me chantajeabas, me amenazabas
con contarle a todo el pueblo que yo te seducía y por no avergonzar a
mis padres, cedí a tus “necesidades fisiológicas”, como tú las llamabas. No voy
a negar que en un principio me gustaste, pero con el tiempo me di cuenta que
sólo me utilizabas, por lo que cuando me enteré de mi embarazo, huí, pero sólo
por temor a lo que hubieras podido hacerme
al enterarte. Cometí un error, no criar a mi hijo, porque creí que era hijo del
pecado. Me arrepiento de haber tomado semejante decisión.
En medio de todo
éste embrollo, no me di cuenta que en los pueblos las puertas están abiertas,
para todo el que quiera pasar. Todos los habitantes del pueblo, llevados por la
vuelta de la Bene, incluida la guardia
civil, estaban allí escuchando y viéndolo todo.
El monaguillo
también, por supuesto. Se abalanzó contra mí y me asestó una puñalada certera
en medio del corazón, sin que nadie pudiera evitarlo. Sólo dijo una frase, que
yo no escuché.
-¡No abusarás más de
nadie!
En este Presentimiento colectivo, te tocó en suerte un personaje jugoso, al que has sabido sacarle el mejor partido, pues nos lo has retratado de cuerpo y alma enteros, antes de la estocada final. Muy buen trabajo.
ResponderEliminar