Estaba esperando el tren que me
trasladaría a Valencia cuando observé a un hombre que pasó a mi lado. Me dejó
impactada por su porte elegante, lo seguí con la mirada, no había defecto que
ponerle, era alto, delgado, llevaba un maletín. Me pregunté donde iría. Por su
aspecto parecía un médico o un hombre de empresa. Y allí estaba preguntándome
qué tren salía para Valencia y a qué hora. Yo estaba tan entretenida pensando
que no me había dado de cuenta que había vuelto sobre sus pasos y se había
acercado. Yo no atinaba a decirle, me puse muy nerviosa al escucharlo y verlo
tan cerca, ya que si era guapo de espaldas, de frente no tenía defecto que
ponerle. Los ojos eran azules como el cielo, el ángulo del rostro perfecto, el
pelo rubio y una voz encantadora. Pensaba
que no podía haber un ser tan guapo. Finalmente reaccioné y pude contestar: el
tren sale a las 6’45 y esta es la parada; yo estoy esperando el mismo tren. Ojalá sea puntual, me contestó, para llegar a
tiempo a la entrevista de trabajo.
Estamos ante una prosopografía o relato físico de un personaje. Con final abierto, el lector presiente que el cuento recién empieza allí, que es en el tren y su trayecto donde se desarrollarán los hechos. Los románticos como yo, presuponemos una bonita historia de amor.
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