¡¡Mira qué cosa más
bonita!!. Esta expresión era la preferida de Vicente, cuando veía a una “tía”,
refiriéndose a una mujer de cualquier edad.
Una cosa material,
por ejemplo, un cinturón de Lotuosse, un
reloj Cartier, un polo Lacoste o unos zapatos de Manolo Blahnik , eso sí son cosas, sin embargo para
él eran lo más preciado y “una maravilla, una obra de arte”. “Las mujeres son
“cosas”, que las cojo, las uso y procuro
lucirme con ellas”, porque además, por su buena presencia, todas caían como
moscas sobre la miel. Se permitía la licencia de escoger las más llamativas.
Rubias, morenas, pelirrojas o castañas, le daba igual, para lo que le servían,
más o menos como un kleenex. Procuraba, por supuesto, que su presencia impactara, para producir esa envidia que le tenía todo aquel
que lo miraba. Le gustaba sentirse observado y se regocijaba apostando por el
tiempo que le duraba su conquista.
No les tenía el menor
aprecio. Sólo les sacaba el jugo, tanto el corporal como el material.
Generalmente las buscaba bien situadas, que
costearan sus gastos y los de él.
Se fue creando una
fama, entre el género femenino, cada vez más hastiado de su trato, de verdadero
“cabroncete”, hasta tal punto que, sin que él se enterara, se unieron y
decidieron darle un escarmiento. Crearon una asociación denominada “cosas
bonitas”.
Lo invitaron a una
fiesta, más bien “orgía”, a la que acudió sin poner resistencia. Consistía en
vendarle los ojos para hacerle verdaderas maravillas, según le dijeron. Una vez
sentado en el centro de un círculo, ellas alrededor, comenzó el juego. Como ya
lo conocían, sabían perfectamente que iba a hacer todo lo que le dijeran,
siempre que fuera para pasar un buen
rato y sin coste alguno.
Al finalizar el
juego, él estaba exhausto y pleno de satisfacción. Antes de despojarle de la
venda, le ofrecieron unos papeles dónde tenía que estampar su firma para volver
a repetirlo cuando él quisiera.
-¿Por qué tantos?,
preguntó.
Una de ellas
contestó: Porque es uno por cada una de nosotras. Así te aseguras de que
volvemos todas.
Aquellos papeles no
eran otra cosa que la venta de todas sus propiedades, por la orgía y por las
siguientes. Ellas iban a cumplir lo que prometieron, él se quedó sin nada. Sólo las podía tener a
ellas cuando quisiera.
Buen escarmiento para un cabroncete de este calibre. Disfruté con la venganza, lo confieso.
ResponderEliminar