Ella
permanecía ausente, mirando un barquito de papel que tenía entre las manos,
cuando el pasado entró tímidamente, poblando sus recuerdos y, una pequeña
chispa de luz asomó en su mirada, antes
vacía y sin brillo.
-¡Hola, hija!,
no te oí llegar –me dijo, al tiempo que sus labrios dibujaban una sonrisa
enigmática, dándome un beso de bienvenida, con la misma ternura de siempre.
La contemplé
paralizada y, la esperanza abrigó mi confundido corazón, tan sólo por una
fracción de segundos, porque ella de nuevo volvía a zozobrar ante su barquito
de papel, adentrándose en aquella densa niebla que la convertía en náufraga de
recuerdos.
Era evidente
que la enfermedad permanecía sólida como una roca, obligándola a cargar un
pesado fardo de olvido que estaba, paradójicamente, repleto de recuerdos.
Yo la seguía
observando cuando me rozó la certeza de que somos como barquitos de papel ante
el destino.
Limpio, certero. Excelente uso del lenguaje. Adjetivas francamente bien, te atreves con las metáforas. Muy bueno, Lilia.
ResponderEliminarQue relato tan cierto y tan bien escrito, me ha gustado la conclusión final " somos como barquitos de papel ante el destino"
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