No sé, pero he
amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este
pueblo en el que estoy; no por propia voluntad sino obligada por el Ministerio
de educación, que petrificada quedé ante las listas de destino de los maestros:
Alba Martín Torres, destino: Cabaña Quinta (Asturias). Seguramente un pueblo
perdido sin apenas habitantes y lo más alejado de la civilización.
Perdía el tiempo si
reclamaba. Ya sabía la respuesta: Señorita Alba, como usted está soltera y sin
nadie a su cargo no tiene puntos para elegir. Sabía que era la excusa perfecta
y también sabía que era incómoda para mis superiores por tener fama de
reivindicativa y comprometida con los problemas sociales, que a los que
dirigían el país, ni al final de sus prioridades existía. A mi padre le debo el valor de la paciencia;
que sin duda necesitaría; y el silencio en determinados casos.
Después de dos horas
por una angosta carretera, llegué a Cabaña Quinta; y esperándome estaba la
comitiva de los distintos poderes del pueblo: el cura, el médico, el alcalde y
faltaba la maestra para completar los poseedores del conocimiento de un pueblo.
La sensación de
desnudez ante la clavada de miradas, me hicieron sentir incómoda. El alcalde,
rodeado de sus acólitos; vestía ropa de caza, cuyos botones del chaleco estaban
a punto de reventar; acudió a darme la bienvenida. Seguramente le fastidié el
día de caza de ciervos, al que dedicaba más tiempo que a las tareas de la
alcaldía. A su lado una mujer altiva, bien vestida y con sobradas joyas. Aunque
tenía buena presencia, a mí me pareció una alcahueta y manipuladora. Presencié
como le guiñaba el ojo al médico y al cura.
El cura, acompañado
por sus devotos, se santiguaba repetidas veces; y a su lado el monaguillo, un
mozalbete delgaducho y de piel blanca como la leche, con mirada distraída
acataba las órdenes del representante de Dios. Éste derrochaba mucha autoridad.
Y visto lo visto con el alcalde, creo que en realidad es el cura-alcalde del
pueblo. Mi mirada se cruzó con la del monaguillo, ¡pobre chaval!, ¡qué mirada
tan abstraída!. El párroco me lo presenta como su tutelado. ¿Qué historia
esconde esa mirada?
El médico, de
aspecto bonachón y un abultado abdomen delataba su amor por la bebida. Su
mirada libidinosa; sin disimulo alguno, derecha a mis pechos me hizo pensar que
me encontraba ante un obseso sexual. De los que vas a la consulta porque te duele
un ojo y te manda a quitar toda la ropa.
No lo iba a tener
fácil. Tenía mucho que indagar. En este pueblo estaba pasando algo terrible.
Una carta anónima, fechada dos meses antes de su llegada; dos meses era el
tiempo que tardaba el cartero en venir al pueblo; a la Comandancia de la
Guardia Civil alarmaba de que algo sobrecogedor iba a suceder. Pedía ayuda y su
miedo era evidente.
Y aquí estoy,
haciéndome pasar por la nueva maestra; que en realidad lo soy. Pero también soy
detective; y me dedico a la investigación colaborando con la Guardia Civil.
Si me hago amiga de la tendera y de las
abuelas que saben mucho, mucho de los aldeanos y que no tienen pelos en la
lengua para soltar lo tendría más fácil. Hablan, hablan y hablan…
Creo que mi estancia
en Cabaña Quinta será corta…
Y en este pueblo del Presentimiento, no podía faltar la maestra. Y aquí están tú y tu imaginación construyendo el personaje de una maestra-espía-detective, que analiza en conciencia a cada uno, para darle la vuelta a las cosas y regalarnos un final abierto que invita a cada lector a distintos desenlaces. Muy bueno.
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