Te repito, no quiero
que salgas sola con tu novio; eso lo hacen los golfos. Si vas al cine, te llevas a tu hermano y nada
de sentarse en la parte oscura para hacer manitas, mientras a él lo atiborran a
golosinas para que no se chive. Y si vas
a la verbena, voy yo contigo; que ya me encargaré de acechar a tu prometido…,
no vaya a arrimarse más de lo debido. Si
es que no puedo dejarlos solos, porque los calentones nublan las cabezas y
luego vienen las barrigas y entonces, ya sabes lo que toca.. Acuérdate de lo
que le pasó a tu prima, que eran tres en el altar. Yo a tu padre lo mantuve a raya y llegué a la
noche de bodas con toda la cáscara.
Y otra cosa, no te
bañes cuando estés con esos días; sobre todo, no te mojes la cabeza, que la
regla te sube a la testera y te puedes volver loca. Ya lo harás cuando se te pase y, entonces, te
enjuagas la melena con manzanilla para que brille y coja tonos
arrubiancados. Por cierto, mañana tienes
que ir al médico; acuérdate de llevar ropa interior limpia y te pones el
vestido de los domingos.
Hoy vamos a comer
habichuelas; tienes que quitarles las hebras y, esta tarde, te toca planchar la
colada. Marca bien la raya de los
pantalones de tu padre ya que mañana hay que descoser los cuellos de las
camisas y darles la vuelta porque están muy desgastados. Y no me protestes; una mujer decente tiene
que saber hacer bien las cosas de su casa para encontrar un buen marido.
Y por si fuera poco, he
tenido unas palabras con tu hermano; que ya está en una edad mala, para que no
se esté tocando porque se puede quedar ciego.
Se echó a llorar cuando se lo dije y le tuve que reñir porque los
hombres no lloran. Ayer estaba hablando
con el párroco y nos interrumpió y volví a llamarle la atención porque los
niños se callan cuando los mayores hablan.
Mira, hija, yo lo hago
por vuestro bien; lo mejor que puedo, porque estoy sola pa´ todo. Sólo quiero criarlos como Dios manda. Ahora…, ya sé yo que tanto tú como tu hermano
van a hacer lo que les dé la gana, pero que no se les olvide una cosa: que en
esta casa mando yo y me obedecen porque para eso soy su madre; porque lo digo
yo y punto.
La tarea impuesta esta semana ha dado frutos muy jugosos, como el tuyo. Sé que detrás de este relato, construido con la sucesión de los sermones típicos de las madres –llevando implícitos los clichés y prejuicios de la época –, ha habido toda una labor de investigación. Buen trabajo, porque lo digo yo y punto.
ResponderEliminarMe he reído mucho con este relato , como somos las madres, de verdad algo pesadas y machaconas , no podemos evitarlo . Abrazos, Alicia.
ResponderEliminarEste relato me ha transportado a mi juventud.
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