Con mi recién estrenada
licenciatura como escudo, entré en el edificio con paso seguro. Era mi primera entrevista de trabajo. La entrada reflejaba sobriedad, con suelos de
mármol y escalera con balaustradas de bronce.
Entré al ascensor que tenía un gran espejo biselado que reflejaba mi
imagen, completamente impecable. Marqué
el piso cinco pero el ascensor, en vez de subir, bajó. En ese momento, pensé que lo habían llamado
de los pisos inferiores, pero él seguía bajando con un impulso cada vez
mayor. De pronto, sentí un ligero
aturdimiento. Me miré al espejo y mi
cara estaba desencajada. En ese mismo
instante, el espejo se abrió como una puerta y entré por ella. Llegué a la sala donde me harían la
entrevista. Estaba decorada con estilo
futurista, aunque me llamó la atención que tenía algunos objetos retro y muy
raros, como uno de los cuadros antiguos que están en casa de mi abuela. Un reloj que caminaba a la inversa; no daba
la hora, las quitaba. Me entregaron una
pantalla táctil y un lápiz mongol, el que usaba cuando era niño; me llamó la
atención porque hacía tiempo que no los veía. La pantalla se iluminó con un
letrero que decía ¿ERES FELIZ?. ¡Qué pregunta
más rara!, pensé. Traté de contestar
pasando el dedo y no funcionó, entonces lo hice con el lápiz y escribí en la
pantalla un SÍ bien grande. ¿ME PODRÍAS DECIR CUÁL ES EL SECRETO?. Se leía muy claro en la pantalla nuevamente.
¿Secreto? No hay secreto, todo está en tener actitud positiva y saber vivir,
escribí. ¿QUIÉN TE ENSEÑÓ ESO?, preguntó
la pantalla parpadeando. Yo me emocioné
al recordar y escribí: MI ABUELO y TAMBIÉN EL TIEMPO COLABORÓ. La pantalla reflejó su opinión con un ¡MUY
SABIO TU ABUELO!. ¿LO CONSERVAS AÚN?.
Una gran tristeza me invadió al escribir ¡NO!, ¿Y EL TIEMPO…LO CONSERVAS A ÉL? Me volvió a
preguntar. Yo me estaba mareando con
esas preguntas tan raras y contesté SÍ, LO CONSERVO. Ya veía borrosa la pantalla pero acerté a
entender lo que decía ¿QUÉ PASARÍA SI HOY LO HIPOTECARAS, SEGUIRÍAS SIENDO
FELIZ? ¡SÓLO EL TIEMPO SABRÁ LA RESPUESTA!, respondí…
Mi mareo se agudizó
tanto que los cuadros se difuminaron, quedando sólo el lienzo en blanco. Cuando volví en mí, estaba frente al espejo
del ascensor que subía al quinto piso.
Tenía algo en mi mano que extrañó mucho: un lápiz mongol. No recordaba haberlo llevado y no sabía de
donde había salido.
Este relato tuyo es una excelente visita al cuento fantástico. El detalle del lápiz mongol, como objeto que navega en los dos mundos, el de la fantasía y el de la realidad, para unirlos, me parece un recurso muy efectivo. Genial.
ResponderEliminarQue imaginación Lilia , la verdad que este relato me atrapó de principio a fin .Insuperable. Felicitaciones . Alicia
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