Al recuerdo de mi querido esposo
Oscar.
Acudí el día
señalado; temprano, muy temprano.
Esperé,
sentada en mi coche, a que abrieran las puertas del centro.
Había comprado
un ramo de rosas rojas en la floristería; las coloqué a mi lado en el asiento
delantero, al lado del conductor. Eran las más bonitas
que encontré en el expositor de flores. ¡No miré el precio!. Para ti, lo mejor.
Quería que fueran como las que tantas veces me regalabas con cualquier
pretexto, tú a mí…
Por fin, después
de un buen rato, que me pareció interminable, y siempre envuelta en mis
reflexiones, se abrieron las puertas del recinto; subí los escalones que me
separaban de ella; se me antojaron interminables…fríos…indiferentes; sin ningún atisbo de compasión para las muchas
personas que, como yo, acudían allí, en tan triste acontecimiento.
Un funcionario
me la entregó; el día anterior la había dejado en esa oficina…
Deshice el
camino y, ya en el coche, la coloqué con mimo junto a las rosas…¡junto a mí!. Despacio,
muy despacio, alargando lo más posible el tiempo, emprendimos el camino; ¡eL
último!.
Llegamos al
lugar elegido para ti... Estaba segura de que tú lo habrías aprobado. Entonces,
con toda la ternura de mi alma, te dejé caer al mar, dulcemente, como sé que tú
habrías hecho conmigo. Después, fui tirando las rosas, una a una, que te fueron
acompañando mar adentro, hasta que una ola hizo que te perdiera de vista. Lo
acepté resignada.
Retorné a casa,
sola, serena, con la paz que da un trabajo bien hecho, finalizado. Con el
alivio de saber, que ya nunca más, estarás encadenado en aquel sepulcro, aunque
estuvieras adornado con las más bonitas flores que encontrara.
Me embargaba
una dulce tristeza, aunque con la seguridad, eso sí, de que aquello era lo que
habrías querido para ti, y yo, para mí. ¡No lo compartí con nadie!. Ese
momento, fue tuyo y mío solamente…
Emocionado homenaje lleno de dulzura y de amor. ¿Cómo no conmoverse? Sin palabras
ResponderEliminarDe una sensibilidad exquisita. Un beso.
ResponderEliminarPrecioso relato!!!
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