Todos los días al levantarse, lo primero que hace es subir
las persianas a ver qué tal está el día para salir a caminar. Pero aquella
mañana le dio por pensar en qué pasaría si pudiera pasear siendo invisible, sin
importarle llegar tarde porque nadie la esperaría, ir por allí sin rumbo, sin
sentir hambre, ni frío. Incluso, pasaría
afuera la noche, en lugares donde
estuviera rodeada de gente sin que nadie la viera.
Luego, lo pensó mejor y cambió aquel pensamiento por un
chocolate bien calentito para pasar el frío de aquella mañana.
Yo hubiera hecho lo mismo que tu protagonista. Nada como instalarse en la realidad con una buena taza de chocolate al lado.
ResponderEliminarMaruca a una buena taza de chocolate caliente no se resiste ni el hombre invisible.
ResponderEliminarMe encantó tu relato Maruca. Muy simpático. Alicia
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