Ahora que Eleonor está postrada en su cama, pues es muy
mayor, recuerda con nostalgia los consejos y advertencias que le señalaron el
camino de su vida.
A los doce años, una bienintencionada señora de su entorno familiar,
le explicó:
-No se te olvide nunca que debes cuidarte de los
hombres. A ellos se les da el codo, pero
no todo.
Años más tarde, tuvo que oír esta reprimenda –sin tener en
cuenta que era su estreno como mamá.
-Por Dios, aprende a dar de mamar a tu hijo y a sostenerlo
derecho.
Su maestra había hecho mucho énfasis en que la vida era una
carrera de obstáculos y que si te tiran limones, debes hacer limonadas. Y una
vecina también intervino –se creía muy sabia –y quiso transmitirle el secreto
de su éxito en la vida.
-Trabaja como si no necesitaras dinero, ama como si nunca te
hubieran herido y baila como si nadie te estuviera viendo.
Si bien es cierto que evocarlo le causa risa, no puede dejar
de escapar unas lágrimas al recordar cuando un buen día, su amiguita Leyla se
presentó en su casa con cara de circunstancias y le susurró:
-¿Sabes lo que leí en un libro de mi papá? No te tomes la vida demasiado en serio, de
todas maneras no saldrás viva de ella.
¿Qué feo, verdad?
Las lecciones de vida recibidas por Eleonor nos resultan familiares; a fin de cuentas todas las hemos recibido en mayor o en menor medida, pero tú has sabido reunirlas de una simpática manera, regalándonos además un final lleno de chispa.
ResponderEliminarEspectacular narración amiga mia. Muchos besos.
ResponderEliminarMe encanta tu estilo narrativo; mezclar en la coctelera de la vida:una buena porcion de sentido comun,un chorrito de realismo,rematado con esencia de elegancia y una buena medida de sesibilidad; mezclar muy bien.Servir en copa ancha con bordes escarchados de cereza.Un abrazo. Roberto.
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