En la infancia, no
brinques como los chicos, ni juegues con ellos.
Vas a parecer una machona. Sujeta
bien el vestido si hace viento, no se te vaya a ver las bragas. Si te sientas, junta bien los pies por si
algo se ve. Te lo tienes que comer todo;
en el plato no se deja nada (esto hoy en día lo sigo a rajatabla), con lo que
el dicho de más vale en la basura que en
la cintura lo sigo al revés. Apaga
la luz, no leas tanto que te vas a quedar ciega.
Los sábados limpia tu
habitación y la de tu hermano. Aquí me
rebelo. ¡La de mi hermano nooo!, apesta. Él
jugando en la calle y yo limpiándole el cuarto; ¡malditos roles!. No había más remedio que sucumbir o
arriesgarse a no salir el domingo.
Regresa a casa antes de que anochezca; en invierno ¡a las seis de la
tarde!. Si un hombre te ofrece algo, no
lo cojas. Cuidado con los chicos, hay
que hacerse respetar. Amenaza casi
diaria en la voz de mi padre; sobre todo desde que sabía que salía con alguien:
si una hija mía queda embarazada antes de casarse, a mi casa no entra más. En casa de sexo no se podía hablar; más que un
tabú era pecado. Las dudas se resolvían
con las amigas o si caía en nuestras manos algún libro que nos aclarara tantas
cosas…Tienes que aprender a cocinar, lavar, planchar; eso es prioritario en una
mujer, por si un día falto yo y tienes que atender a tu padre y a tu
hermano. Hubo un momento en que creí que
esa sería la mujer perfecta: hacendosa, sumisa y preparada para atender un
futuro marido. Pero, otra vez me rebelé:
¡No quiero esperar sentada a que me
desposen! ¡Quiero estudiar, trabajar y no depender de nadie!.
Al fin me dicen: haz lo que quieras. ¡Respiro!... aunque
alguna arenga cae todavía al día de hoy…
¡Qué buenas estas peroratas en cadena! Vi reflejadas en ellas, como una suerte de espejo, las que yo misma recibía…y, como bien dices al final de tu escrito, las que aún recibo alguna vez…
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