Amanecía y, como cada
día, muy temprano, sonaba el despertador; por mi mente cruzó de nuevo la misma
idea, ¡otro día más!. Con cierta resignación, salté de la cama. Al hacerlo,
sentí algo diferente.
Corrí a mirarme en el
espejo…, pero, ¿quién era aquella mujer que se reflejaba en él?. Al cabo de
unos instantes, me reconocí; era yo, con una cantidad de años menos. Al
principio, no podía creer lo que mis ojos veían, mas poco a poco fui dándome
cuenta de que era real, había rejuvenecido, volvía a tener 20 años.
Tanto tiempo
deseándolo y ahora, por fin, podría tener la oportunidad que siempre añoré:
cumpliría tantos planes y sueños dejados atrás,
desharía tantos errores cometidos a lo largo de la vida…, viviría las
experiencias que siempre había soñado. Con todo el tiempo disponible a mi
alcance y la experiencia adquirida, seguro que mi vida podría ser como siempre
quise, diferente de cómo había sido.
En ese instante, un
pensamiento atenazó mi mente y un sentimiento de pérdida golpeó con gran fuerza
mi corazón. Mi vida sería diferente, sí, pero eso también implicaba que todas
las experiencias hermosas que había vivido no se repetirían; que las personas
tan amadas que pasaron por ella no estarían y, esto, me causó un gran dolor.
Posiblemente, en esa
nueva vida que se me ofrecía, no tendría que sufrir las penas y desengaños que
me causó la actual, es cierto, pero también implicaría perder las hermosas
experiencias obtenidas de ella y que, al final, me definían como persona y ser
humano.
Así que, miré nuevamente
la imagen del espejo y, con una mezcla de sentimientos encontrados, me despedí
de ella, esta vez para siempre. Habíamos
pasado muy buenos momentos juntas, pero ahora tocaba seguir adelante, disfrutar
del futuro y de lo que había cosechado en mi pasado sin volver a mirar atrás.
En ese instante me
desperté, todo había sido un sueño, pero uno muy real; tan real que consiguió
hacerme ver lo importante que es el tener el privilegio de haber vivido. Tener juventud, además de
experiencia, es algo muy tentador para cualquiera de nosotros, pero no deja de
ser un sueño, una ilusión.
Comprendí que lo
verdaderamente importante es saber atesorar los buenos recuerdos que la vida
nos regala.
Estos reflejos reflejan (me permito el juego de la redundancia) calidad narrativa, por lo que cuentan, pero también desde un punto de vista formal, pues goza esta historia de un ritmo narrativo pausado, que lleva al lector, sin alardes ni estridencias, por los caminos de la reflexión, sin apartarse de los esquemas exigibles para un relato. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminar