miércoles, 23 de enero de 2013

MI ALMOHADA de Lilia Martín Abreu




Me desperté sobresaltado en mitad de la noche y entonces escuché un sollozo ahogado, como un lamento.  Confundido, trate de indagar de donde procedía.  Mi asombro fue gigantesco al percatarme de que el sonido emanaba de mi almohada.  La contemplé patidifuso por el estupor y, en ese preciso momento, aquel llanto cesó.  Mi mano, temblorosa por el misterio que presagiaba, la rozó con suavidad, tratando de encontrar una respuesta.  Mi intriga, en vez de mermar, aumentó al tocarla y sentirla mojada.  ¿Será mi imaginación?, pensé.  ¿Qué te pasa?, le pregunté con voz trémula.  Como era de esperar, según lo razonable, no recibí respuesta por su parte que era, en realidad, lo que yo esperaba.  Entonces, la tomé en mis brazos y la estreché contra mi pecho. Ay!, mi querida confidente, le dije, si tú me hablaras, ¡cuántos consejos y reproches me darías!, porque tú conoces tanto como yo, mis sueños y deseos, mis frustraciones e inseguridades.  Fue en ese momento, cuando razoné qué era lo que estaba pasando y, confundido, me pregunté: ¡Pero Carmelo, si la almohada no habla, ni puede llorar tampoco!
Dejé a un lado mis razonamientos y acepté lo que pasaba.  Sin más, coloqué la almohada en su sitio y me volví a dormir profundamente, y créanme, hasta soñé.



2 comentarios:

  1. Esta versión de aquello de “consultar con la almohada”, me ha gustado mucho. Original, Lilia.

    ResponderEliminar
  2. Como siempre Lilia tienes muchísima gracia para contarnos tus experiencias .Tus simpáticas ocurrencias siempre me alegran la tarde. Alicia.

    ResponderEliminar

Nos gusta saber tu opinión, sea cual sea. Déjanos un comentario. Gracias