jueves, 17 de enero de 2013

EL PARAGUAS de Alicia Carmen




Siempre que pienso en un paraguas, lo asocio con el mal tiempo y a la vez con alguna novela de misterio y suspense…, pero no, los años vividos me han enseñado que no se pueden hacer suposiciones.
Cuando recibí la llamada de mi hija anunciando su visita a nuestra casa, con su nena de cuatro años, pensé: esto es un regalo de Navidad en el mes de mayo.  Empezamos a hacer preparativos y a la pequeña, le compré una linda muñeca, pero al lado, en la juguetería parecía que me hacía guiños, un paraguas infantil de color azul con dibujos de mariposas de todos los tonos.  Sin dudarlo, lo compré también.
Cuando llegaron nuestras esperadas visitantes, me hizo mucha gracia que mi nieta Isabel, se sintiera atraída inmediatamente por el paraguas de mariposas.  Se volvieron inseparables, lo llevaba a todos lados.
Un día, mi hija debía ir de compras y nos encomendó el cuidado de la nena. Claro, dijimos, la llevaremos de paseo a la avenida de enfrente; está preciosa con sus laureles de indias, hibiscus de todos los colores, banco y un kiosko.
Antes de salir, mi hija la dejó vestida con un trajecito de alegre estampado con lazos en los hombros y con unas cholitas rosadas.
Estábamos todos orgullosos de pasearla con lo guapa que estaba. ¡Sin paraguas no voy!, dijo decidida.  Así será, le contestamos.
Cuando la niña vio la rambla llena de flores, árboles inmensos y el agradable sol sobre su piel, abrió el paraguas y empezó a correr y a cantar.  Yo solo veía unas cholitas rosadas que volaban, y la voz de la nena a pleno pulmón que decía: Dicen que las tortugas son lentas, lentas, lentas y yo soy rapidita… y yo soy rapidita, y ¡qué le voy a hacer!.
Una vecina pasó en ese momento, muerta de la risa, viéndonos a mi hijo y a mí todos colorados corriendo detrás de la cholitas rosadas.  Cuando recuperamos a Isabel, le compramos un helado y decidimos regresar.  Afortunadamente se quedó muy modosita en la acera, esperando el cambio de semáforo y con su paragüitas desplegado, volvió a cantar con entusiasmo, dejando admirados a los paseantes y a nosotros fascinados, la siguiente estrofa:
Dicen que los monitos son feos, feos, feos, pero
yo soy bonita… ¡y qué le voy a hacer!



4 comentarios:


  1. No tienes idea de lo que me he reído con esta narración , como si a mi me hubiese ocurrido.

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  2. Divertida anécdota muy bien contada. Escucharlo de tu voz, con el ritmo y la cadencia que te son propias, ha sido una absoluta gozada.

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  3. que bonito escribe sigue asi no pierda la ilusión de escribir esa cosas tan maravillosa maria

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  4. Todo un placer, escuchar esta historia tan tierna, eres genial y maravillosa leyendo tus relatos, un beso.

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