jueves, 13 de diciembre de 2012

LA CONVERSACIÓN de Lilia Martín Abreu



Han pasado años y, a pesar de ellos, aún se ha incrementado más la ausencia de comunicación entre Josefa y su hijo.
-Samuel, quiero hablar contigo algo importante –dijo Josefa con contudencia
Samuel ni se inmutó, como si no fuera con él.
-Que sí maa, que voy a botar la basura –contestó con desgana.
A Josefa le invadió una repentina cólera y rápidamente objetó.
-¿Qué dices de basura? ¿Te das cuenta que ni siquiera tienes la gentileza de escucharme.
Samuel continuaba sumergido en teclear su móvil con una rapidez sorprendente, a la vez que sonreía con su conversación particular, repitiendo como si no hubiera escuchado nada.
-No te enrolles, vieja, que ya voy –expresó vagamente Samuel.
Josefa le lanzó una mirada inquisitiva, dándole un manotazo al móvil que rodó por el suelo.
-De vieja, nada, que soy tu madre y me respetas –le espetó Josefá con la expresión de su rostro transformada por la rabia.
Samuel, que no se esperaba esa reacción, quedó paralizado y confundido y quiso indagar con ironía.
-¿Qué tienes hoy ma, una sobredosis de café o de redbull?
La acerada mirada que Josefa le dedicó, parecía relatar años de rabia y rencor contenidos.
-Quiero que tú me expliques, cómo hacer para hablar contigo para mantener una conversación sensata, mirándome a los ojos, como hace la gente civilizada, porque ya hace un tiempo que no sé qué es eso, por si no te has dado cuenta.  Desde que tienes esa Blackberry hablas con el que se encuentra en China, Uruguay o en la Conchinchina, como un mismo tonto, todo el día tecleando y riendo como bobo y conmigo, ni con nadie, mantienes una conversación coherente. Si te parece, yo tendré que comprarme un chisme de esos para poder hablar contigo –parecía que Josefa no podía parar de hablar.
Samuel la observaba con incredulidad.
-¿Qué te pasa hoy, mamá? ¡Me tienes sorprendido! –exclamó atónito.
-No me pasa nada, sólo que estoy cansada de verte sin dar palo al agua, con ese teléfono en las manos todo el día, tecleando como si fueras al presidente de una multinacional, que duermes, te bañas y comes con él en la mano y yo, que estoy a tu lado, que me desvivo por ti, me siento invisible porque conmigo no hablas ni para darme los buenos días.  Claro, estás ocupado hablando con los que están en el resto del mundo.  Tú eres, como dice el dicho, luz para la calle y oscuridad para la casa.
Josefa se dio la media vuelta y se largó, dejándole toda la angustia de la que ella se desprendió, haciéndole vivir en la incertidumbre el resto del día. 



1 comentario:

  1. Esta escena y esta conversación, debe desarrollarse tal cual en muchos hogares del mundo. Las nuevas tecnologías se han convertido en verdaderos tiranos que nos roban compañía y el placer de una agradable conversación; un animal casi en extinción en los tiempos que vivimos.

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