martes, 6 de marzo de 2018

GRIETAS Juan Carlos Chávez



    


     En una montaña perdida, Pedro, el campesino, descubre una cueva, en cuya entrada se podía observar un brillo muy luminoso. La curiosidad, en su osadía, le alentaba a entrar, y él, con la mirada ávida por saber qué era aquello que brillaba con tanta intensidad, se posicionó en la entrada. El júbilo le abordó con fuerza, puesto que en el fondo de esa cueva se hallaban apilados cuatro montones de lingotes de oro; lo suficiente para sacarlo del arduo trabajo en el campo, y además, lo que siempre había ansiado; llevar una vida de rey. Pero se percató de que en el techo había una ancha grieta con una longitud que su vista no alcanzaba a ver. Sentía que ese techo aguardaba su entrada para desplomarse sobre él. Su júbilo, entonces, se agrietó y salió el sentimiento de decepción.
     Volver al pueblo a pedir ayuda significaría tener que aceptar el reparto y seguiría teniendo garantizada una vida sin madrugar para coger la azada, pero no le brindaría esa abundancia deseada. Su opción fue olvidar lo que había visto y regresar al pueblo.
     Nunca supo que detrás de aquellos lingotes había un bote de pintura negra.




1 comentario:

  1. Muy bueno ese final que nos invita a suponer que antes que Pedro, ya había estado allí un egoísta avaro igual o mayor que él.

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