Soy yo la que durante décadas
resultó imprescindible, la que tanto éxito logró en épocas pasadas, que se
formaban colas para hablar conmigo, incluso un buen día me visitó un caballero
misterioso, que dio dos vueltas y se transformó, no en un pájaro, ni en un
avión, no, no, en un superhéroe, el mismísimo Superman, con su símbolo de S en
el pecho y sus calzoncillos por fuera, que me causaron un desorden de
emociones. Eso sí que fueron días de gloria, no los de hoy, que estoy derrocada
y condenada al desuso por obsoleta, para dar paso a las nuevas tecnologías.
Yo, que era en tiempos pasados la
más vital y visitada, hoy sólo soy la sombra de lo que fui y la gran olvidada.
Con nostalgia los veo pasar ensimismados con su teléfono móvil y a mí no me
dedican ni una mirada. Ante su indiferencia, yo disipo mi dolor intentando
arrancar recuerdos del pasado, empapados de historias diversas y diferentes,
vividas con el auricular pegaditos a
ellos, como el eterno romántico que recitaba versos a su amada cada día, la emigrante
que llamaba a su madre y era un torbellino de emociones, o simplemente las
conversaciones acaloradas de algún malhumorado, pero hoy sólo recibo la
tristeza de saber lo que un día fui, ya nunca más volveré a ser la cabina
telefónica del barrio.
Siento lástima por este personaje relegado al olvido en este mundo nuevo que hemos construido, donde casi todos nos hemos convertido en adictos al móvil y a las nuevas tecnologías. Me uno a esa nostalgia, Lilia, pero… ¡no sin mi móvil! Para mí es un hilo invisible que me une a los afectos, en la distancia. No puedo evitarlo.
ResponderEliminarPobre personaje, me da mucha pena, ya no se ve ninguna por ninguna parte, pero es el precio a pagar por el "progreso". Me ha gustado mucho como lo has planteado, como siempre tu relato buenisimo, felicidades Lilia.
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