Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la radio no se decían más que…tonterías todo
el tiempo. Justo ese día tenía que ser el que diera con un taxista malcriado
como aquel.
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras…un joven me
tocaba la ventanilla, ofreciéndome pañuelos. Todo parecía un complot para
sacarme de quicio esa mañana.
Se me ocurrió interrumpir a aquel
taxista, para advertirle que debía ponerse en marcha de nuevo y éste exclamó
malhumorado que me callara que sólo le quedaban dos líneas para terminar.
Así que sin pensármelo, abrí la
puerta y me fui, dejándolo en medio de su caos y vociferándome que volviera.
Ni miré atrás. Tomé una guagua en
dirección contraria, hacia donde me dirigía y pensé…¡se van a enterar estos
taxistas!.
Contracorriente, claro que sí. Me ha gustado como has conducido este micro. Ingenioso y divertido. Espero que el gremio de los taxistas nos perdone por habernos metido con ellos esta vez. ¡Los queremos mucho! ¿A qué sí?
ResponderEliminar