Cuando algo se le perdía y se volvía
loca buscando, quería recordar algo y no venía a la memoria, ella, mi madre
siempre nos decía “ay, hijas, deja que tengan mi edad y ya verán”. Era una
mujer muy sabia.
Hoy
todas sus hijas hemos superado la edad en la que ella nos dejó; y efectivamente
todas tenemos nuestros momentos de despistes. Yo prefiero creer que alguna
neurona se fue de paseo y entonces la traigo
y la amarro para que no se descarrile, como por ejemplo el día que
buscaba el teléfono por toda la casa y estaba con él en cerca de la oreja, y
así otras locuras que son el pan nuestro
de cada día, en mí y en mí hija que busca las cosas que tenía en la mano hace
un momento. Entonces, emulando a mi
madre, le recuerdo “hija deja que tengas
mi edad”, trae la neurona y amarrala.
Aprovecho
para recordarle algo a mi hermana. Querida hermana, no te preocupes, tú tienes
muchas neuronas bien puestas para dar y
regalar, salir a caminar, dar consejos, bordar, leer, coser y arreglarnos la
ropa, dar buenos ejemplos y regañarnos, y cuando algo hacemos mal ponernos en nuestro
sitio. Y no te importe ser un poco loca, porque como dice el refrán la mujer y
la gaviota cuanto más vieja más loca.
Querida hermana, te quiero un
montón.
Hilos de amor entre madres e hijas o entre hermanas, que permanecen unidos siempre, a pesar de los olvidos y los despistes. Eso es lo que importa. Bonito homenaje a tu hermana, que no se nos escapa qué motivó este escrito.
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