Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la
radio no decían más que noticias de guerras de hermanos contra hermanos. ¿…?
¡Impresionaba lo limpio y aseado que
tenía el coche! Tanto por dentro como por fuera…
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras…el guardia
urbano subido en la plataforma de madera blanca –pito en ristre- dirigía la
circulación. Él se ajustaba la bonita gorra de plato azul marino del mismo tono
del impoluto guardapolvo que llevaba puesto sobre su camisa y pantalón. Todo muy elegante, desde la fina y señorial
línea del Ford negro y rojo con flamantes cromados, el volante de madera
barnizada y el bonito y cálido tapizado con tela cretona de un elegante estilo
inglés. ¡Ah! Daba gusto dar un paseo lentamente por esas bellas Ramblas de
Santa Cruz.
En fin, se van a enterar estos
taxistas de hoy en día que van con la radio a todo volumen, ¡interese o no!.
Las vueltas para llegar a casa. Tengo que tomar pastillas para el mareo antes
de subir al taxi. Les pienso contar con pelos y señales lo agradable que eran
esos paseos en los años 1935.
Me gusta el lenguaje descriptivo que usas para que veamos a ese taxista y su e taxi de los años treinta. Lo vemos sin duda y hasta paseamos con él por esas bellas Ramblas del Santa Cruz de entonces.
ResponderEliminarMe gusta esa descripción tan real de los antiguos coches y sus coductores (taxistas en este relato). Es muy agradable ver que aun hay personas que saben valorar.
ResponderEliminarMe gusta esa descripción tan real de los antiguos coches y sus coductores (taxistas en este relato). Es muy agradable ver que aun hay personas que saben valorar.
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