Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la radio no decían más que…unas cosas que
para él no tenían ningún interés. Maleducado y grosero, pensé…
Al llegar al semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras…el semáforo
se ponía de nuevo en verde y yo pensaba ¿qué podré hacer para que a este
presumido se le bajen los humos que tiene? Entonces se me ocurrió empezar a
hablar de un tema cualquiera y cuando él quería contestar, yo no le daba
opción, pues inmediatamente cambiaba a otro tema así, hasta que llegamos a la
dirección que le había dado. Se encontraba tan desesperado que al decirme
¡baje, baje! ni se dio cuenta de que no me había cobrado el recorrido. ¡Sí
señor! Me quedé pensando, ¡se van a enterar estos taxistas!.
Entiendo que a partir de entonces usaría la misma táctica para viajar gratis por la ciudad. ¡Buena salida la que has tenido para este relato! Muy ingeniosa, la verdad. Es más, estoy pensando sí aplicarla o no la próxima vez que tome un taxi.
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