Le dije al taxista que, por favor,
pusiera la radio, y replicó que en la radio no decían más que…tonterías, que
estaba harto de escuchar siempre los mismos temas manidos. Según él, no había
ninguna emisora que valiera la pena.
Al llegar al semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras…yo,
indignada por su radical argumentación,
comencé a cavilar y decidí, ante semejante energúmeno, hacer algunos cambios en
el programa radiofónico que dos horas más tarde saldría en antena. Hablaría del
mal ejemplo que dan al colectivo algunos gilipollas como este.
¡Se van a enterar estos taxistas!.
¡¡Se cuece la venganza!!. Ha dado mucho juego la tarea de esta semana. Muy divertido.
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