Cómo explicar lo inefable a una
persona tan con los pies en la tierra
como él, se preguntaba mientras…hacían un breve descanso de cinco minutos que
interrumpía aquella interesantísima experiencia. Asistía desde hacía ya un
tiempo a biodanza…Por más que le había explicado en qué consistía, él no le
encontraba el sentido. Aquello para él se llamaba magreo, decía que eso era una
orgía, un puterío. No entendía que treinta personas de diferente sexo,
experimentaran bailando emociones latentes y además mantuvieran contacto físico
unos con otros, tocándose, acariciándose, olfateándose y mezclándose entre
ellos, arrastrándose por los suelos para sentir el contacto con la tierra.
Pero bueno, tú crees que yo soy tonto…eso aquí y en
cualquier otro país se llama oportunismo, yo no le veo el sentido que tú le
das, le decía su marido. Debes comprenderme.
Se acabaron los cinco minutos, de
nuevo había que retomar el contacto físico y visual. Durante ese tiempo ella
volvía a ser libre, sin prejuicios, tan sólo se ceñía a la llamada de sus
impulsos, al deseo de un roce, al
susurro de un verso, al inquietante aliento sobre su nuca, al tacto de unas
manos delicadas…todo eso más el olor envolvente de los inciensos, aquella
música continua que incitaba a contornearse de manera sensual y provocadora.
Ese momento era de ella y de nadie
más. Así que ya buscaría la manera de transmitirle a su marido, lo que
realmente vivía cada martes a las siete.
Ejerciendo su libertad, claro que sí. Me ha gustado mucho cómo lo cuentas, Sandra. Lenguaje muy gráfico, muy efectivo, que permite a quien lee sentir lo inefable de la biodanza.
ResponderEliminarAparte de lo bien que explicas tu sentimiento por la biodanza, aquí se vislumbra otro reto. Me gusta
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