Guardaba aquella cajita de deseos.
Le hacía ilusión destaparla cada vez que su corazón se inundaba de nostalgia;
allí guardaba tantos recuerdos de momentos felices; contemplar su
contenido le reconfortaba.
Mas, un día, al abrirla, en el
interior de Rosalba algo cambió; esta vez contemplarla no le aliviaba la
aflicción que sufría. Desconcertada, no
entendía lo que le estaba sucediendo.
Con las lágrimas deslizándose por sus mejillas, cerró su
querida cajita y la guardó. Un gran abatimiento le embargó. ¿Volvería a abrirla
algún día en busca de aquello que tanto deseaba?...
Esperemos que sí. Este final abierto impuesto nos ha dejado bonitas historias inconclusas, como esta, que merecen ser cerradas; no por otra razón que no sea satisfacer mi curiosidad. Me quedé con las ganas de saber más. ¿Nos lo contarás, Carmen?
ResponderEliminarSiempre se vuelve a abrir las cajitas, para volver al pasado. Mª Dolores.
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