Asistí no hace mucho tiempo a una
reunión bastante peculiar, convocada por el sentido común.
Allí estaban la alegría, el
entusiasmo junto con la discreción y su amiga la crítica, también la tristeza.
El odio llegó el primero. Todos esperaban con ansia a la riqueza, pero la
pobreza se hizo presente desbancándola porque la corrupción se impuso ante
tanta ambición. ¿Y la justicia cuándo llegará?, se preguntaron todos.
Alguien que estaba oyendo y viendo
todo esto, como casi siempre en la oscuridad porque q no le apetecía hacerse
presente, pensó, ¡qué ilusos!, todavía esperan que esa señora llegue, hace
tiempo que murió y recuperarla va a ser casi imposible. Algo parecido pasa con
el trabajo, la salud y la escondida confianza.
El miedo también llegó de los
primeros, junto con el terror y el orgullo, pero a quien nadie esperaba, y
aunque tarde, llegó silencioso como siempre, el sigilo fue pasando por debajo
de sillas, sillones y mesas. Se quedó en un rincón esperando acontecimientos.
Hubo alguien que llegó casi al
final, a ver si la aceptaban en tremenda reunión, la fidelidad, yo. Me quedé
fuera esperando a ser invitada y ¿saben?, las últimas en llegar fueron dos
primas lejanas, COMPRENSIÓN e INCOMPRENSIÓN, a quien todos esperaban y yo más
que nadie. La incomprensión no está en mi proyecto de vida futura, no podía
dejarla entrar… y entonces la maté.
Me ha gustado ser testigo de esta asamblea de sentimientos, virtudes, defectos, sensaciones y valores; muy singular e ingeniosa. Que al final la fidelidad haya matado a la incomprensión, me parece genial
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