Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que no decían más que inventivas llenas de fantasía,
que los medios de comunicación manipulan, que son capaces de convertir la falsedad más
absoluta en la realidad más cruel. Una simple propuesta se convirtió en todo un
mitin dedicado a los medios en general. Conduciendo y aireando las manos, a un
mismo tiempo, dejando el volante solo…¿y yo?, yo de los nervios.
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a hojearlo mientras, por fin mis
nervios pudieron calmarse un poco, unos segundos, lo que duró la columna
tricolor en ponerse verde.
Unos metros más arriba, otro
semáforo, pero esta vez no estaba funcionando. Había una manifestación y el
tráfico detenido. Desde donde quedamos parados no se podía divisar ni el por
qué ni quién la promovía.
De repente, desde mi asiento trasero
oí como a través de la radio que por fin se decidió a encender picado por la
curiosidad, comenzó a buscar una emisora que estuviera emitiendo noticias sobre
la manifestación y cuando conectó con Radio Interinsular, estaban terminando de
narrar la noticia: “Es increíble como este gremio nunca está contento con las
soluciones que les dan, por eso creemos que esta vez, se van a enterar estos
taxistas”.
Esta semana tocaba reinventar un relato de Juan José Millas, tomando prestado su inicio, su nudo y su desenlace. Invitaba a apelar al humor y a la ironía y tú lo has hecho. El final me parece muy ingenioso: ¡todos contra el pobre gremio!
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