Le dije al taxista que por favor pusiera la radio y replicó
que en la radio no decían más que mentiras y que los políticos aprovechaban los
medios para engañar al pueblo. Al llegar
a un semáforo, el taxista cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas
líneas. Yo quise aprovechar antes de que
cambiara a verde, para orientarle mejor sobre la dirección donde le había
pedido llevarme. Hice que se demorará
unos segundos antes de avanzar y los de atrás le empezaron a gritar como si el
mundo se fuera a acabar del cabreo que tenían: ¡se van a enterar estos
taxistas!
RELATOS DE LOS COMPONENTES DEL TALLER DE LECTURA DIRIGIDA Y NARRATIVA “EL TRANVÍA”
miércoles, 25 de marzo de 2015
SE VAN A ENTERAR Maruca Zamora
martes, 24 de marzo de 2015
SE VAN A ENTERAR. Ana Rosa Benítez.
Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la radio no decían más que mentiras, que los
periodistas estaban manipulados por los gobernantes de turno y daban las noticias
como estos querían. Esto dicho en un tono brusco y de indignación.
El concejal de transporte, de
profesión periodista, no se atrevió a rebatirle. Mejor dejar las cosas tranquilas
que el que conduce es él, me dije.
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas, mientras un tropel
de peatones invadía el paso de cebra y un rumano intentó, pero no consiguió,
limpiarle el parabrisas. Le oí murmurando improperios apenas perceptibles.
Ensimismado estaba en la lectura, cuando el color verde del semáforo le sorprendió
y el acelerón que pegó hizo que mis lumbares se resintieran, al mismo tiempo
que él lanzó el libro en el asiento del
copiloto.
Sentí una curiosidad inesperada por
saber lo que leía y con un movimiento
lento como si estuviera cometiendo un delito, me acerqué. Las palabras del
título se veían claras. Apareció una sonrisa en mis labios que no pude
reprimir. “SE VAN A ENTERAR ESTOS TAXISTAS”.
SE VAN A ENTERAR. Lyle.
Le dije al taxista que por favor pusiera la radio y replicó que en la radio
únicamente dicen mentiras.
Pensé, por
un momento, que no estaba desencaminado, que era cierto, que los medios de
información muchas veces distorsionan la realidad.
Yo no estaba
de muy buen humor, había dormido deprisa y al despertar me dolían todos los
huesos. De hecho, me dirigía al físio
medio soñolienta.
Su
contestación me dejó sorprendida, pero recordé que era un servicio público y
debería, de alguna manera, agradar a los clientes, así el trayecto sería más
cómodo.
Pensé en su
contestación y qué decirle a un maleducado como este.
Pero cual
sería mi sorpresa cuando, al llegar a un semáforo, el taxista cogió un libro de
la guantera y se puso a leer unas líneas, mientras seguía haciendo caso omiso a
mi petición.
No me lo
podía creer, ¿o sí?, ¿estaré soñando aún?, me preguntaba continuamente.
Aproveché
el semáforo yo también y me pinté los labios sin espejo.
Vi cómo me
miraba por el retrovisor, desafiante, esperando una mala contestación mía. Pero
no, no sé por qué no le contesté, mi me enfadé.
Sólo me
extrañaron sus pestañas, las llevaba con rímel, no sé si era reflejo del sol o
es que era un travesti. Me daba igual, pero lo que sí tenía claro es que su
actitud no se la iba a permitir, avasallándome de esa manera, que siguiera
leyendo y con la radio apagada.
Insistí de
nuevo: Por favor, ¿puede poner la cadena Ser?. ¿Para qué?, me contestó. Si ahí todos son comunistas, y
sale el de la coleta, sí ése el de Podemos. Vamos a terminar como en Venezuela.
Páreme
aquí. Justo aquí. Sí, sí, donde le estoy diciendo. Paró sin rechistar.
Al bajarme
la placa de su matrícula era: TF-BHS-COCA-COLA BEBIDA DESENFADADA.PRUËBELA!!!!.
¿Fue un
sueño? ¡Qué más da…! Así y todo me dije: “Se van a enterar estos taxistas”.
SE VAN A ENTERAR. Sandra Mai.
Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la radio no se decían más que…tonterías todo
el tiempo. Justo ese día tenía que ser el que diera con un taxista malcriado
como aquel.
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras…un joven me
tocaba la ventanilla, ofreciéndome pañuelos. Todo parecía un complot para
sacarme de quicio esa mañana.
Se me ocurrió interrumpir a aquel
taxista, para advertirle que debía ponerse en marcha de nuevo y éste exclamó
malhumorado que me callara que sólo le quedaban dos líneas para terminar.
Así que sin pensármelo, abrí la
puerta y me fui, dejándolo en medio de su caos y vociferándome que volviera.
Ni miré atrás. Tomé una guagua en
dirección contraria, hacia donde me dirigía y pensé…¡se van a enterar estos
taxistas!.
EN LA VIÑA DEL SEÑOR. Roberto ES.
Le dije al taxista que, por favor,
pusiera la radio, y replicó que en la radio no decían más que…tonterías, que
estaba harto de escuchar siempre los mismos temas manidos. Según él, no había
ninguna emisora que valiera la pena.
Al llegar al semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras…yo,
indignada por su radical argumentación,
comencé a cavilar y decidí, ante semejante energúmeno, hacer algunos cambios en
el programa radiofónico que dos horas más tarde saldría en antena. Hablaría del
mal ejemplo que dan al colectivo algunos gilipollas como este.
¡Se van a enterar estos taxistas!.
SE VAN A ENTERAR. Naty Cabrera
Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la radio no decían más que tonterías, que
muchas mentiras o verdades a medias; que era lo mismo.
Le iba a replicar cuando vi sus ojos
llenos de furia.
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras el semáforo
pasó a verde. Él siguió circulando, ¡¡¿Pero hombre?!!, grité, ¿sabe lo que está haciendo?.
Presa
del pánico, le di unos cuantos gritos: ¡¡imprudente, irresponsable!!. Fue tal
el frenazo que, cuando reaccioné, me tenía fuera del coche dando zapatazos.
Enseguida le espeté ¡grosero, taxista mal
educado! Y sin perder mi compostura de
buena dama, repliqué: ¡se van a enterar estos taxistas!.
lunes, 23 de marzo de 2015
SE VAN A ENTERAR. Mercedes Álvarez.
Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la radio no decían más que…unas cosas que
para él no tenían ningún interés. Maleducado y grosero, pensé…
Al llegar al semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras…el semáforo
se ponía de nuevo en verde y yo pensaba ¿qué podré hacer para que a este
presumido se le bajen los humos que tiene? Entonces se me ocurrió empezar a
hablar de un tema cualquiera y cuando él quería contestar, yo no le daba
opción, pues inmediatamente cambiaba a otro tema así, hasta que llegamos a la
dirección que le había dado. Se encontraba tan desesperado que al decirme
¡baje, baje! ni se dio cuenta de que no me había cobrado el recorrido. ¡Sí
señor! Me quedé pensando, ¡se van a enterar estos taxistas!.
SE VAN A ENTERAR. Juani Hernández.
Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que en la
radio no decían más que noticias de guerras de hermanos contra hermanos. ¿…?
¡Impresionaba lo limpio y aseado que
tenía el coche! Tanto por dentro como por fuera…
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a leer unas líneas mientras…el guardia
urbano subido en la plataforma de madera blanca –pito en ristre- dirigía la
circulación. Él se ajustaba la bonita gorra de plato azul marino del mismo tono
del impoluto guardapolvo que llevaba puesto sobre su camisa y pantalón. Todo muy elegante, desde la fina y señorial
línea del Ford negro y rojo con flamantes cromados, el volante de madera
barnizada y el bonito y cálido tapizado con tela cretona de un elegante estilo
inglés. ¡Ah! Daba gusto dar un paseo lentamente por esas bellas Ramblas de
Santa Cruz.
En fin, se van a enterar estos
taxistas de hoy en día que van con la radio a todo volumen, ¡interese o no!.
Las vueltas para llegar a casa. Tengo que tomar pastillas para el mareo antes
de subir al taxi. Les pienso contar con pelos y señales lo agradable que eran
esos paseos en los años 1935.
SE VAN A ENTERAR. Lali Marcelino.
Le dije al taxista que por favor
pusiera la radio y replicó que no decían más que inventivas llenas de fantasía,
que los medios de comunicación manipulan, que son capaces de convertir la falsedad más
absoluta en la realidad más cruel. Una simple propuesta se convirtió en todo un
mitin dedicado a los medios en general. Conduciendo y aireando las manos, a un
mismo tiempo, dejando el volante solo…¿y yo?, yo de los nervios.
Al llegar a un semáforo, el taxista
cogió un libro de la guantera y se puso a hojearlo mientras, por fin mis
nervios pudieron calmarse un poco, unos segundos, lo que duró la columna
tricolor en ponerse verde.
Unos metros más arriba, otro
semáforo, pero esta vez no estaba funcionando. Había una manifestación y el
tráfico detenido. Desde donde quedamos parados no se podía divisar ni el por
qué ni quién la promovía.
De repente, desde mi asiento trasero
oí como a través de la radio que por fin se decidió a encender picado por la
curiosidad, comenzó a buscar una emisora que estuviera emitiendo noticias sobre
la manifestación y cuando conectó con Radio Interinsular, estaban terminando de
narrar la noticia: “Es increíble como este gremio nunca está contento con las
soluciones que les dan, por eso creemos que esta vez, se van a enterar estos
taxistas”.
EL MAR. Maruca Morales.
Un día de verano, en mi pueblo la
gente se congregaba asustada preguntando
qué pasaba… Uno de ellos nos contaba
-¿Ustedes no oyeron anoche, después
de medianoche, a ese pájaro cantando?, se paseó por todo el pueblo en cruz.
Unos
decían que lo habían oído y otros que no.
-Cada vez que ese pájaro sale es que
alguien querido del pueblo se va a morir. ¡Miren, miren a ese hombre que llama
allá, desde la montaña de abajo!
El hombre pedía auxilio.
-¡Vengan, vengan, se ha matado
Antonio!. Estábamos pescando y cuando ya casi nos veníamos de regreso, se cayó
al mar y no lo pude sacar, le cayeron
unas piedras y está sepultado en medio de ellas.
El hombre murió y dejó
esposa y dos hijos. Desde ese entonces, la gente empezó a creer en lo que se decía del pájaro urogallo que salía
las noches de verano. La gente del
pueblo procuraba no ir solo, ni a pescar ni a ver el mar.
HILOS DE AMOR. Esther Morales.
Cuando algo se le perdía y se volvía
loca buscando, quería recordar algo y no venía a la memoria, ella, mi madre
siempre nos decía “ay, hijas, deja que tengan mi edad y ya verán”. Era una
mujer muy sabia.
Hoy
todas sus hijas hemos superado la edad en la que ella nos dejó; y efectivamente
todas tenemos nuestros momentos de despistes. Yo prefiero creer que alguna
neurona se fue de paseo y entonces la traigo
y la amarro para que no se descarrile, como por ejemplo el día que
buscaba el teléfono por toda la casa y estaba con él en cerca de la oreja, y
así otras locuras que son el pan nuestro
de cada día, en mí y en mí hija que busca las cosas que tenía en la mano hace
un momento. Entonces, emulando a mi
madre, le recuerdo “hija deja que tengas
mi edad”, trae la neurona y amarrala.
Aprovecho
para recordarle algo a mi hermana. Querida hermana, no te preocupes, tú tienes
muchas neuronas bien puestas para dar y
regalar, salir a caminar, dar consejos, bordar, leer, coser y arreglarnos la
ropa, dar buenos ejemplos y regañarnos, y cuando algo hacemos mal ponernos en nuestro
sitio. Y no te importe ser un poco loca, porque como dice el refrán la mujer y
la gaviota cuanto más vieja más loca.
Querida hermana, te quiero un
montón.
jueves, 19 de marzo de 2015
EL COFRE Juani Hernández.
El mar…
Cómplice de su silencio
Inefable…
Cofre de mis emociones
Sentir…
Condolencia de un amor desbordante en apariencia de …
Vida…
Historias de espirituales evocaciones.
Soñar…
Quimeras ahogadas en aflicciones infinitas.
Ilusión…
De un amor inalcanzable.
El mar… Cofre de mis emociones.
SENTIR Juani Hernández
Ella extrañaba sentir asombro por
las cosas, sentirse maravillada, embelesada por el más insignificante acontecer
en su lenta y monótona vida.
Al fin y al cabo…ella…
Había pasado por tantos
acontecimientos en el deambular de su larga existencia que si fuera a
enumerarlos y, aun simplificando, necesitaría varios tomos de miles de páginas.
¡Ahora, que ninguno, eso sí, tan
impensable como aquel!
Quién le iba a decir…que la vida le
reservaba algo tan… efervescente que, en cierto modo, la sumergiría en un
desierto de patética soledad; de silencios inabordables, en un sentir auténtica y desgarradora percepción de desmerecimiento.
¿Por qué ahora?, en este preciso
momento cuando ya había declinado todas y cada una de sus aspiraciones. Ahora
que había admitido arrostrar con su destino.
Un destello incongruente y
espontáneo hacía tambalearse los cimientos en los que había sepultado sus más
íntimos sueños, sus más bellas esperanzas de sentirse viva…De sentir que aún…
EN CONTINUO MOVIMIENTO. Lali Marcelino.
Su abuelo le decía que el mar y la
mar eran cosas distintas. Nunca lo había entendido hasta que, en ese momento y
mirando hacia el horizonte, se paró durante horas para estudiar todos los
movimientos que salían de tan espectacular maravilla de la naturaleza: las
olas, la espuma blanca, el azul verdoso o azul celeste, según en qué parte del
mundo y también según el reflejo que del cielo percibiera, formaban a veces
repetitivas y rutinarias figuras y de repente una distinta. Estuvo horas
extasiada mirándolas y sintiéndolo mucho, porque respetaba la opinión de él,
tuvo que llevarle la contraria y darle la razón a su abuela.
Julia su abuela, mujer contemporánea
donde las haya, siempre pensó y así se lo hizo saber a todos, que se fundían en
él los dos sexos porque la naturaleza es muy sabia y no quiso dejar fuera a
ninguno, por lo tanto el hombre y la mujer fueron artífices del creador para
semejante obra.
Le gustó más la opinión de su
abuela, y se quedó con ella, aunque respetó la de su abuelo, porque jamás descartó
opinión alguna, y mucho menos si venía de parte de sus abuelos o abuelas.
Paradójicamente y sin que estuvieran
de acuerdo, los dos tenían razón. Son distintos pera a la vez están fundidos.
“Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar.
me encontrareis a bordo ligero de equipaje
casi desnudo, como los hijos de la mar.”
Antonio Machado
MOMENTOS Carmen Garcés
Guardaba aquella cajita de deseos.
Le hacía ilusión destaparla cada vez que su corazón se inundaba de nostalgia;
allí guardaba tantos recuerdos de momentos felices; contemplar su
contenido le reconfortaba.
Mas, un día, al abrirla, en el
interior de Rosalba algo cambió; esta vez contemplarla no le aliviaba la
aflicción que sufría. Desconcertada, no
entendía lo que le estaba sucediendo.
Con las lágrimas deslizándose por sus mejillas, cerró su
querida cajita y la guardó. Un gran abatimiento le embargó. ¿Volvería a abrirla
algún día en busca de aquello que tanto deseaba?...
ESPERÁNDOTE. Carmen Garcés
Fuiste brisa cálida de mar;
llegaste a mí,
desbordada cual inefable tempestad .
Te disipaste un día,
en algún pliegue de la vida,
así como se olvidan
las ilusiones en el tiempo.
Hoy, te contemplo,
pero no te siento;
persigo tu yo ausente,
en los recodos de los caminos recorridos,
mas, no lo hallo.
Ya tu brisa no me habla;
mi piel ya no la siente.
Anhelo recóndito que sueña,
esperando tu regreso.
EL MAR LA MAR Ana Benítez
Mi abuelo me decía que el mar y la
mar eran cosas distintas. Nunca lo había entendido hasta que lo comparé con un
hombre y una mujer.
El mar masculino, palabra de
pescadores y marineros. El sustento de éstos. Traicionero cuando no se le
respeta. Seco y áspero.
La mar femenino representa a la
madre, lo delicado; sensación de bienestar cuando te acaricia y te arrulla
entre sus ondulados brazos, calmando tus miedos y ansiedades.
Mi padre, marinero, es el mar.
Mi madre, poeta, es la mar.
SUEÑO QUE SOY UN SUEÑO. Lali Marcelino.
Soy un sueño abandonado, pero por
suerte ocurrió cuando era muy pequeño. Me adoptó una familia que también estaba
en la misma situación y de ellos aprendí muchísimo, todo lo que sé.
Crecí en un ambiente alegre, culto,
liberal, pero sobre todo en aquel hogar abundaba el amor. Cuando ya estuve
preparado para volver al trabajo, me resistí a ser un sueño querido para otros.
Era muy feliz, pero mi deber era partir. La misión de los sueños es que se
consoliden.
Existía el temor de volver a sentir
un nuevo abandono, de ahí mi reticencia a salir de aquel entorno maravilloso.
Al volver, me encontré con una mente
perturbada de la que me costó liberarme y de rebote, porque no dio tiempo al
abandono, caí en la de un niño que se encontraba en una habitación muy blanca y
casi en penumbra. Siempre estaba acostado y adormilado, rodeado de gente con
batas blancas y dos personas que continuamente le cogían las manitas y le
hablaban con mucha dulzura.
Me alojé en él y desde ese momento
comenzó a producirse un cambio en Ismael, que así se llamaba. Leía, reía,
cantaba, besaba a sus padres, incluso se
mudó de casa y también llegó a correr por el parque, y corriendo por el parque,
sonriendo feliz, así un mal día cayó y me fui con él, porque los sueños somos
efímeros, caprichosos y antes de sentirnos abandonados, nos vamos con quien más
nos quiere.
DESPUÉS DE UN AÑO. Naty Cabrera
El tiempo transcurre y yo sigo con
las mismas cosas.Pero siento que estás conmigo, que me acompañas. No creas que
estoy triste, no lo estoy, tú sabes que mi corazón te perteneció pues bien
grande fue nuestro amor. Tú supiste del mío; yo fui correspondida. Lloramos,
reímos y muchas cosas más. Nos quisimos de verdad. De ti sólo tengo buenos
recuerdos. Con tu energía positiva y, a pesar de nuestros caracteres, te llevé
al huerto. Tú te creías más fuerte y yo la endeble ¡qué horror! cuando me llamaste así y me dijiste que era
demasiado buena y me harían daño.
Qué recuerdos más bellos tengo de ti,
por eso quiero plasmar mis sentimientos y recordarte con cariño. Yo sé que eres
mi estrella y que dónde quiera que estés, no me olvidas; yo tampoco a ti. Te
recuerdo siempre, riendo y alegre como tú eras.
Un te quiero grande donde quiera que
estés, te quiero amiga del alma, nunca te podré olvidar. Ana, mi niña.
LO INEFABLE. Sandra Mai.
Cómo explicar lo inefable a una
persona tan con los pies en la tierra
como él, se preguntaba mientras…hacían un breve descanso de cinco minutos que
interrumpía aquella interesantísima experiencia. Asistía desde hacía ya un
tiempo a biodanza…Por más que le había explicado en qué consistía, él no le
encontraba el sentido. Aquello para él se llamaba magreo, decía que eso era una
orgía, un puterío. No entendía que treinta personas de diferente sexo,
experimentaran bailando emociones latentes y además mantuvieran contacto físico
unos con otros, tocándose, acariciándose, olfateándose y mezclándose entre
ellos, arrastrándose por los suelos para sentir el contacto con la tierra.
Pero bueno, tú crees que yo soy tonto…eso aquí y en
cualquier otro país se llama oportunismo, yo no le veo el sentido que tú le
das, le decía su marido. Debes comprenderme.
Se acabaron los cinco minutos, de
nuevo había que retomar el contacto físico y visual. Durante ese tiempo ella
volvía a ser libre, sin prejuicios, tan sólo se ceñía a la llamada de sus
impulsos, al deseo de un roce, al
susurro de un verso, al inquietante aliento sobre su nuca, al tacto de unas
manos delicadas…todo eso más el olor envolvente de los inciensos, aquella
música continua que incitaba a contornearse de manera sensual y provocadora.
Ese momento era de ella y de nadie
más. Así que ya buscaría la manera de transmitirle a su marido, lo que
realmente vivía cada martes a las siete.
DESPERTAR. Roberto ES.
Extrañaba sentir asombro por las cosas, sentirse maravillado, embelesado
por… algo tan simple. Siempre había estado ahí, delante de sus ojos, aunque
ellos no lo percibieran. Creía que ya nada le sorprendería pero, esa mañana,
sin saber por qué, todo era distinto. Se sentía diferente, como si una extraña
metamorfosis apenas perceptible hubiera debutado aquel día, despertando sus
sentidos hasta entonces, al parecer, adormecidos. Como si un fino velo hubiera
resbalado por las paredes de su retina para descubrirle una nueva realidad. Se
apercibía como un hombre nuevo, distinto. Su piel, palpitaba con el canto
distraído de los pájaros que en sus jardines habitaban. De repente, ¡los
escuchaba!... Sus oídos, se acunaban con el rumor de la brisa en las hojas de
los árboles centenarios.
Una extraña paz empapaba todo su
ser.
Por fin, la vida se le mostraba en
todo su esplendor.
miércoles, 18 de marzo de 2015
UN SUEÑO Mercedes Álvarez
Por
fin mi sueño se hacía realidad. Me
estrenaba como maestra de ceremonias, en el circo ¡qué bonito! Me estaba
poniendo ya la ropa adecuada, para poder salir a escena, aun contemplándola me
parecía mentira. Pantalón y chaqueta en vivos colores, también lentejuelas,
acompañados de un cinturón y botas marrones en piel. Sombrero de copa con
muchos brillos de distintos colores. Todo me resultaba exultante y me llenaba
de emoción, mi sueño se estaba cumpliendo. ¡Ah! Pero… aún seguía faltando algo
que además de importante era también indispensable: la fusta, ¡qué grande y que
linda me pareció al cogerla y verla entre mis manos!, sentí que una sensación
fantástica e inexplicable se apoderaba de mí. Ya estaba preparada para saltar a
la pista y anunciar la función. Con autoridad y dando los golpes de fusta en el
suelo, le dije a los compañeros de iluminación:
-Que se enciendan las luces,
cortinas del escenario arriba. Y… señores, señoras, niños, niñas ¡que comience
la función!.
Entre el calor de los aplausos de
los espectadores y mi efusividad por la emoción que sentía, no me di cuenta que
de pronto algo estaba pasando, yo me movía mucho y a lo lejos oía una voz
fuerte y segura que me decía:
- ¡Pero chiquilla despierta! Que estás
soñando…
ILUSIÓN Lilia Martín Abreu
Guardaba aquella cajita llena de deseos. Le hacía ilusión
destaparla cada mañana y con sus manos torpes y adoloridas por la implacable
artritis, la acariciaba con mimo, como si de un bebé se tratara.
Luego comenzaba su ritual diario,
poniendo todo su esfuerzo y esmero en su aseo personal, con arte y maestría
peinaba su pelo, de suaves ondas como hilos de plata, se maquillaba con una
sombra azul, muy similar al color de sus ojos, los labios en tono rosa, para
que combinaran con la blusa de encaje que tanto le gustaba, colocaba un ligero
toque de rubor en sus mejillas, y terminaba su ritual con unas gotitas de agua
de lavanda.
Y como era ya costumbre para Manuela,
se sentaba en su mecedora detrás del gran ventanal a esperar, con su cajita de
deseos en el regazo.
A Manuela la vida le negó el derecho
de ser madre, y ya tiene varios años de viuda, pero Manuela espera cada día,
con los ojos repletos de ilusión, viejos sí, y azotados sin piedad por los
vientos de la vida, pero no cansados de tanto esperar, pero, ¿A quién espera
con tanta ilusión, la dulce Manuela?.
INCERTIDUMBRE Alicia Carmen
¿Cómo explicar
lo inefable a una persona tan con los
pies en la tierra como él? Se preguntaba mientras enjuagaba sus lágrimas de
alegría.
Es
increíble cómo ha cambiado Antonio, pensó ella, recuerdo muy bien su semblante
amable de otros tiempos; frecuentemente nos levantábamos a oscuras para gozar
del amanecer, disfrutábamos como lo que éramos: dos enamorados en las cenas sorpresa
que yo preparaba con tanta ilusión. Otras veces, corríamos por la playa para
ser testigos del hermoso arcoíris después de un día lluvioso.
Así es que
cuando su pareja regresó a la casa esa noche, Irene no supo si decirle o no que
el test de embarazo había dado positivo.
Ella se
hallaba tan feliz que no encontraba la manera de ocultar la inefable ternura
que la embargaba. Se imaginó que él lo descubriría en sus ojos, en su cuerpo,
se sintió transparente, vulnerable.
Pero no,
precisamente esa noche Antonio llegó de peor humor del acostumbrado, arrastrando
los pies cual animal al acecho con expresión dura, hosca y ningunas ganas de
hablar, total, según él, su mujer no había aprendido nada en sus años de
matrimonio, sólo él había avanzado, se había superado, así es que ¿de qué
podían conversar?.
De todas
formas Irene se sentía dichosa, en una nube, pero eso sí, absolutamente sola. Y
decidió que esas maravillosas sensaciones que ya sentía no debía compartirlas
con él, no quería que se desvanecieran, ya no le importaba por qué su pareja
estaba particularmente intratable.
Sin embargo,
pensó que el motivo de su inmensa felicidad pronto no lo podría ocultar, de tal
manera que buscó apoyo en su suegra.
¿Será ya la
ocasión de revelarle esta novedad a su hijo?, le preguntó
¿Será
motivo de alegría o de enfado?.
Ella la
miró con un rictus de duda en su rostro y le contestó:
No lo sé
Irene, pero el día en que decidas explicárselo prefiero no estar presente.
viernes, 13 de marzo de 2015
POESÍA Y VIDA Isabel Expósito Morales
Dedico a mis amig@s del Taller Narrando cada Jueves,
el resultado de mi reto personal:
el resultado de mi reto personal:
construir un relato a partir de sus palabras del mes,
que esta primera vez fueron
que esta primera vez fueron
VIDA ILUSIÓN INEFABLE MAR SOÑAR SENTIR
La ilusión me
despertó esta mañana zarandeándome.
Mientras me espabilaba, no se cansó de repetirme las mismas cantinelas:
que aquellas alas del soñar había
que usarlas, que me diera prisa, que la vida
–esa dama oronda y ufana –me esperaba afuera, deseosa de volar conmigo sobre lo
trivial y lo inefable. Yo, que soy un tanto descreída, y que navego
casi siempre por un mar de dudas
existenciales, no estaba por el asunto, la verdad. Le dije que prefería seguir ensimismada en mis preguntas
sin respuestas, divagar sobre el porqué
de los porqués; sumergirme en profundidades, ya me entienden… pero, la ilusión
es obstinada y persevera. Supongo que adivinarán entonces quién ganó la
batalla. Ella, la ilusión, claro está, aunque debo decir que más por mi
cansancio que por su dialéctica. Así que aquí estamos, la vida y yo, conjugando el verbo sentir
desde todos los ángulos posibles. En ello llevamos un buen rato y sí…, después de todo, he de confesarles que no está
tan mal esto de… yo siento, tú sientes, sentimos, sentiremos…. A ver ilusión,
cierra los ojos, que la vida y yo vamos a empezar a… ¡DESCIFRARNOS!
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