Andrew es una ranita simpática,
alegre, juguetona y un poco soñadora; vive con sus padres y su hermana en un
gran estanque, que está en el hermoso campo de un circuito de carreras de
coches.
Desde pequeñito, al ver pasar los
coches veloces de hermosos colores, soñaba ser uno de esos pilotos que
conducían aquellas máquinas.
Según Andrew crecía, también crecía
su sueño.
Un día, antes de irse a dormir, se asomó por
entre las plantas del estanque y miró la luna.
La vio tan grande y luminosa que pensó, que estaba tan diferente, que le iba a pedir un deseo a ver si se lo
concedía. Cerró los ojos fuertemente y
dijo en voz alta:
-Luna, lunita, concédeme un deseo,
quiero ser un chico de verdad.
Ilusionado, aunque no demasiado convencido,
dejó volar la imaginación durante un rato y al final se durmió.
Por la mañana temprano, Andrew se despertó como cada día, pero esta vez
se sintió extraño. Tenía frío y el agua
del estanque le empapaba la piel.
-¡Qué raro! –pensó, así que para ver
qué le pasaba, se asomó al estanque a ver su reflejo. ¡No se podía creer lo que veía!. El reflejo le mostraba la imagen de un chico,
¡un humano!. Se tocó el rostro una y otra
vez, para comprobar que era él quien se reflejaba en el agua y asi, convencerse
de que era verdad lo que estaban viendo sus ojos.
Aún no se lo podía creer; se había
cumplido su deseo. Ahora, ya podía hacer
su sueño realidad, ya podría ser piloto de coches de carrera.
Con el tiempo, Andrew llegó a ser
campeón, aunque tuvo que cambiarse el nombre por otro más popular. Ahora se llama Fernando Alonso.
Genial la historia de esta rana piloto. Muy bien llevada hasta un final de aplausos, con ese divertido homenaje a nuestro Fernando Alonso. Espero que no se moleste contigo por haber desvelado su secreto.
ResponderEliminarUn cuento genial, entretenido y mágico.
ResponderEliminar