Dedicado
a mi nieta Alejandra
Érase que se
era… una abuela y su pequeña nieta Alejandra; una niña preciosa de ojos
grandes, vivos y alegres, pelo negro y ondulado y… ¡un particular sentido del
humor!.
Los domingos
o algún que otro sábado, la abuela Juani, que la quería mucho y con quien tenía
una especial complicidad, solía llamar por teléfono para asegurarse de que
estaría en casa, para subir a jugar un rato con ella, a los diferentes juegos
que a ambas le gustaban.
Un día, tocó
sesión de maquillaje y peluquería, otro a médicos, enfermeras y enfermitos, en
otra ocasión a dibujar y recortar figuras con las que Alejandra decoraba el
salón de su casa. Pero…, el juego que
ella y la abuela preferían, sin lugar a dudas, era el teatro de marionetas.
-¡Abuela, yo
soy el lobo! ¡Tú, la abuelita!
A veces, se
cambiaban los roles y la abuela era el cazador y Alejandra la Caperucita. Todo con una puesta en escena muy ordenada,
abriendo y cerrando el telón, después de cada acto. Pasado un buen rato, tanto orden y seriedad
terminaban cansando y ella, con cara de travesura, le preguntaba:
-Abuela,
¿Por qué no jugamos al teatrito loco”
¡Y así
comenzaba la auténtica diversión!.
Nuevamente se armaba el teatro, esta vez faltándole algunas piezas. De esa forma, resultaba más disparatado y entretenido,
con las consecuentes carcajadas de Alejandra que, una y
otra vez, recogía el juguete del suelo, incansable y divertida.
Cualquier
locura tenía cabida en el juego de rodar por el suelo; teatro, nieta y abuela,
siempre acompañadas de las más extravagantes muecas, seguidas de carcajadas y
expresiones de humor.
Este es mi
cuento más querido y pienso que en la memoria de mi nieta siempre estará la
abuela Juani.
Dulce, entrañable cuento el de este teatrito; jugosa vivencia que, sin duda, se convertirá en preciosa, imborrable memoria. Me ha encantado,
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ResponderEliminarLa pura verdad. ¡Precioso!
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