Sofía pasaba muchas horas en aquella
sala de espera. Siempre sentía
frío. No sabía si era miedo o si el aire
acondicionado estaba demasiado fuerte.
Hacía ya cinco meses que se repetía
la misma escena y también los mismos sentimientos. Las sesiones de quimioterapia se hacían
interminables, pero ella no podía concentrarse en ninguna de las distracciones
que estaban a su alcance: la televisión, la lectura, sopa de letras, sudokus…
No tenía la mente para ninguna concentración.
Así sucedía siempre hasta que, un
día, en una de las mesitas de la sala de espera, divisó una hoja de papel en
blanco. Una especie de fuerza mayor la
invitó a cogerlo y… empezó a escribir, a expresar lo que su cuerpo y su alma
sentían. A partir de entonces, las horas
ya no fueron tan tediosas, las pasaba escribiendo. Para Sofía fue como abrir puertas a la vida,
a la expansión vital, a la esperanza…
¡Qué hermoso relato, Ana!. Conozco a Sofía; es una de mis heroínas; un ejemplo de valentía, de entereza, de generosidad en la adversidad –como pocas personas he conocido–, y si por esto fuera poco, una excelente contadora de historias. Si la ves, dale un fuerte abrazo de mi parte.
ResponderEliminarQue bella historia.
ResponderEliminarLo tomaremos prestado y lo incluyremos en el evento que realizaremos a favor de Cancer Research UK. Muchisimas gracias. Vuestras palabras ayudaran a muchos a aquellos que pasan por la misma situacion.
Un gran saludo.