A Raquel,
cuando era niña, le gustaba mucho leer cuentos y como su amiga Irene tenía una
buena colección que su padre le había comprado; uno a uno, se los iba llevando
a casa para disfrutar de su lectura.
Estaban encuadernados en piel de color rojo y los autores de aquellas
maravillosas historias, impregnadas de fantasía que los niños leían con tanto
interés, eran famosos.
Creo que fue
así, con la lectura de aquellos cuentos, como Raquel comenzó el camino para
convertirse, ya adulta, en una buen lectora.
Y yo no puedo reprimir el deseo de añadir al final de este cuento… en una buena lectora y narradora de historias. Buenos comienzos en la andadura maravillosa por el mundo de las letras.
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