Las flores son una de las más bellas
creaciones de la naturaleza; me fascinan.
En ningún momento dejan de sorprenderme la delicadeza y la fragilidad de
su textura, así como la fuerza de sus colores y, cómo no, la fragancia de su
perfume. Son un regalo para los
sentidos, ¡cuánta perfección!.
Desde que aprendí a reflejarlas sobre
un lienzo y a modelarlas con mis manos –hace tiempo ya–, trabajar con flores es
mi pasión. Ellas son portadoras de una
vibración que, sólo cuando se está en consonancia con ella, se produce el
milagro: el baile con los elementos, ¡el vuelo entre las flores!. Se inicia entonces una bellísima danza, el
cantar de la creación. La finura y la
fuerza, entre la naturaleza y el alma del artista. Un espectáculo que es un regalo para los
sentidos, que solo los más receptivos y sensibles podrán apreciar.
Todos tenemos dones dignos de ser
apreciados y estamos obligados a ofrecerlos al mundo, pues no es justo que
guardemos para nosotros algo que puede beneficiar a tantos, porque esos dones
son un regalo del cielo.
Sé que todo esto puede parecer una
autoalabanza o una falta de humildad, pero les aseguro que nada más lejos de mi
intención. Sólo es puro agradecimiento
al cielo por ser una de las agraciadas para poder expresarlo. Gracias infinitas.
Yo, como tú, pienso que los dones son regalos que no pertenecen a quienes lo poseen, sino que son dados para ser ofrecidos a los otros. Bella reflexión, tanto como un jardín de flores danzando para nuestro deleite. Gracias a ti.
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