El tiempo,
omnisciente; conocedor de nuestra existencia, de nuestro principio y nuestro
final. Convidado de piedra que nos
acompaña en nuestras experiencias vitales.
A través de él, viajamos como
pesado tren –el tren de la vida – por raíles cuyas traviesas marcan el
transcurrir de los años, como muescas en un árbol, donde el tempo impone el
ritmo de nuestro destino. No hace
valoraciones; solo nos lleva de la mano y testifica las decisiones que tomamos
a nuestro libre albedrío.
Es en este
destino, donde mi madre –omnipresente –motor del tren de mi existencia y eje
central de mi más tierna infancia, genera positivas influencias en mi vida;
entre ellas, el amor a la naturaleza, a las plantas, a las flores y de manera
especial, a las rosas.
Rememoro la
vehemencia con la que cuidaba de sus rosales y cómo, casi pidiéndoles perdón,
cortaba con suma delicadeza las hermosas flores de sus ramos para decorar
cualquier rincón de la casa. Las adoraba
y mimaba con religiosa devoción.
Aquel
recuerdo arraigó en mi ser, y empatizó con ese sublime amor por las rosas,
presente a lo largo de toda mi vida.
Cuán lejos
quedan esos dulces años de juventud, inocentes y despreocupados, que nos
adentran en un mundo de dos, de complicidad compartida, donde nuestro espíritu enamorado
galopa con la intensidad de los encuentros clandestinos, de los besos robados,
de las caricias furtivas.
La primera
rosa que cortaron para mí, echó raíces en la memoria de mi corazón. Me la entregó mi amor, mi único e inmenso
amor, como símbolo de nuestro profundo e intenso afecto, que selló nuestras
almas para la eternidad.
Las rosas,
presentes a lo largo de mi vida como cordón umbilical de mi destino,
trasminando de sus sedosos pétalos el aroma que ha perfumado los
acontecimientos más importantes de mi existencia.
Rojas las
rosas, como rojo el corazón que bombea este intenso amor que lo abrasa todo, se
evapora y se condensa, y vuelve a caer como gotas de ardiente pasión. Rojas las rosas, aferradas a mi existencia,
siempre estarán vivas en mí. Sólo el
tiempo podrá marchitarlas.