Un hermoso
paisaje lo recibió a su llegada. La quietud que irradiaba el ambiente, lo
transportó a épocas remotas que, guardadas en el fondo de su memoria, hacían
que volviera a latir su corazón, hoy abatido por los años de duras batallas
libradas en la vida.
Sólo el
canto de los pájaros, el mecer
de las ramas
de los árboles - balanceadas por la suave brisa-
y el fluir de las cristalinas aguas del arroyo que, cantarín bajaba a sus pies,
rompía el silencio que le rodeaba.
Allí, solo, en
aquel paraje, podía permitirse que
brotaran sus verdaderos sentimientos, ésos cuidadosamente guardados,
velados a quienes con él compartían su vida; ésos que hacían llorar su alma por
tantas cosas perdidas en el camino recorrido y, que sabía jamás recuperaría;
sentimientos que, únicamente en ese lugar apartado, encontraban el alivio que
tanto anhelaba.
Y así, tumbado
sobre la húmeda y tibia hierba, mirando el limpio y azul cielo que le arropaba,
dejó que su espíritu se inundara de paz.
Impecable relato que nos habla de la soledad, pero no esa pesada carga que es la impuesta, sino aquella otra soledad buscada y encontrada que nos otorga el gozo de una conversación con nosotros mismos. Me gustó mucho.
ResponderEliminar¡Qué relato tan entrañable y tierno! y muy bien contado. ¡¡Felicidades!! un besito
ResponderEliminarMe gusta tu relato. Creo que los sentimiento propios, son díficiles de expresar a los
ResponderEliminarextraños. A mi me da mucho temor.
Dolores.
Esta narración me produce paz y sosiego. Saca a relucir un alma tierna con secretos del ayer que ,no desea compartir nada más que con su soledad. Magnífico relato.
ResponderEliminarEncuentro tu relato muy romántico. !Fantástico!.
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