La cuesta… La cuesta puede ser esa que, a lo largo de nuestras vidas, tenemos que
subir cada uno de nosotros… Empezándola a subir desde que nacemos. En la
primera infancia, aunque eso lo entendemos
más adelante, porque cuando la estamos pasando no lo percibimos, no
captamos lo que sucede a nuestro alrededor.
En cambio, en la niñez, por el instinto innato con el que todos nacemos y por naturaleza
propia, si captas e incluso empiezas a percibir que algo está pasando…puede ser
bueno, pero también puede ser malo. El caso es que la cuesta arriba en tu vida
ya ha comenzado.
La adolescencia te enseña lo que realmente pasa y no percibías en tu niñez. Es el sufrimiento
que ya empiezas a conocer…, abres los ojos al mundo que te rodea: las persona, las cosas y la propia naturaleza.
Todo eso es bueno, porque es donde realmente te formas
y te engrandeces como persona, por eso el seguir cuesta arriba ya no te costará
tanto, aunque pueda sucederte que, aun no queriendo, te tengas que parar, por
dura y pesada que en determinadas circunstancias te resulte la carga.
También puede venirte todo de forma que puedas seguir adelante, parándote o echándole
un pulso a tu vida, tus circunstancias…, enfrentándolas o, simplemente,
terminar de subir la cuesta agarrada siempre a tu valor y a tus fuerzas.
Cuesta arriba y cuesta abajo, la cara y la cruz de esta aventura que es vivir, ¡cuánta razón tienes, Mercedes!
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