Yo caminaba
embelesada, seducida por la magia y el encanto que me causaban aquellos
hermosos paisajes, era una fiesta para mis sentidos, mis pies descalzos
disfrutaban del roce de aquella tibia arena dorada, el mar me invitaba a
escuchar su banda sonora, con los ritmos acompasados de las olas, mientras me
extasiaba con su aroma, me encontraba
completamente abstraída y envuelta en esa atmósfera de calma y hechizo cuando
lo vi…¡no sé de donde salió! Pero allí estaba él, era la perfección hecha carne
con un ramo de rosas blancas en una mano y una cámara polaroid en la otra. Me
entregó las rosas diciendo:
-Hola, soy
Mario, llevo rato observándola y no he podido resistir la tentación de
inmortalizar tanta belleza, ¿sería tan amable y me concede el honor de sacarle
una foto?
Yo lo miré
directo a los ojos, unos ojos azules y
profundos como el mar, y eso fue mi perdición, porque no me pude negar.
Él colocó el
trípode para apoyar la cámara, buscó el ángulo adecuado, enfocó la lente,
apretó el temporizador y, acto seguido, corrió a mi lado apoyando su mano en mi
cintura. Mi cuerpo entero se estremeció al sentir su proximidad. Yo apreté las
rosas contra mi pecho y sus espinas se clavaron en mis manos, a pesar de lo
cual, desee con todas mis fuerzas que
ese instante fuera eterno. Se disparó el flash y mi deseo se cumplió. Como por
arte de magia, me transporté al papel y no sabía cómo salir de allí, todo era
tan extraño y tan real a la vez, allí estaba yo atrapada por la cintura contra
él, pero también estaba fuera, mirando la foto con nostalgia mientras la colocaba
en un portarretratos, y desde allí, con mi eterna juventud paralizada en el
tiempo, fui viendo como envejecía afuera.
Las rosas y las espinas del tiempo, viviendo por siempre en un relato con una temática clásica; el universal argumento de la eterna juventud. Los dos planos de la historia la hace francamente interesante. Buen trabajo, Lilia.
ResponderEliminarQué relato tan romántico, Lilia , te felicito es precioso. Alicia
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