Éramos
jóvenes, bebíamos la vida a grandes sorbos para calmar nuestra insaciable sed
vital, siempre al límite, en la frontera de lo permitido, con la irreverente
insolencia de la juventud.
Deseábamos ser
libres y tomar nuestras propias decisiones sin que nadie tutelara nuestra
existencia.
Pensábamos en
el futuro como quien piensa en comprarse un coche nuevo: el más bonito, el que
más corra; impacientes por llegar antes a una meta incierta, ajenos todavía a
la implacable fugacidad de nuestra existencia.
Hoy,
instalados en la madurez, oteamos cuán largo y tortuoso es el camino que
decidimos recorrer: que unas veces es vereda y otras, avenida; andamos valles
dichosos y tediosas montañas escalamos; cuestas empinadas en las que vamos
dejando un poco de nosotros, de nuestro aliento, de nuestra piel enamorada.
Dejamos atrás amigos, amores; antiguas pasiones que un día hicieron vibrar los
cimientos del alma. Ausencias que flotan en el aire como fantasmas que recorren
los pasillos de nuestra memoria. Recuerdos que nos trasportan con nostalgia a
tiempos pretéritos en los que degustamos un trozo de felicidad; pequeños
instantes de luz en nuestros corazones, en los que fuimos otro; y hoy, desde
nuestro apoltronado presente, nos preguntamos qué hubiera pasado si…y
sonreímos, y quizás durante unos segundos añoremos algo de lo que antaño
fuimos.
Pero elegimos
desde la libertad; decidiendo y, por tanto, renunciando quizás a otras vidas
posibles; y amamos y soñamos, también desde la libertad, sintiendo latir el
pulso en nuestras sienes para dejar la huella imborrable de nuestra impronta
única e irrepetible.
“Alea
iacta est”
La suerte está echada, sí, y ganamos al tenerte en el taller, también. Este discurso apasionado y lúcido, escrito desde la libertad que otorga mirar al ayer con los ojos de hoy, para reconocernos, me parece tan hermoso en su rotundidad que me emociona. ¡Qué gustazo leerte! Ah! Me faltó decirte que Cogíto ergo sum,… y el que escribe lo que piensa, existe más
ResponderEliminarLa manera en que describes, cómo cada uno de nosotros echamos nuestra suerte al tomar las decisiones en la vida es impresionante, por su profundidad a la vez que por su claridad. Como siempre tu relato me emocionó. Gracias por regalarnos cada jueves con narraciones con esta calidad. Un abrazo.
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