Volaba, y yo
la sujetaba con fuerza para que no se fuera con el tiempo. Entre nubes, jugaba
mientras la iluminaba los rayos del Sol. Reía y reía, aferrada a aquel
gigantesco globo; hasta que voló sola, desprendiéndose de mi mano. A los pocos minutos, un zapato
venido del cielo cayó en la arena, lo recogí y regresé a casa por el solitario callejón de siempre; esta vez me pareció más frio y
gris. Creo que sentí miedo.
El estridente
sonido del despertador me sobresaltó.
La busco al
otro lado de la cama y está vacía, la única verdad era que ella no estaba. Lo
demás había sido un sueño. Sólo quedaba de ella algo de ropa en una silla y en la mesilla de noche el último libro que estaba leyendo. Esta vez no se lo había
llevado porque no le cabía en la maleta. Leo el título “En el país de la nube
blanca” de Sarah Lark. ¡Que ironía! Pensé. Y yo la ví en sueños entre nubes. En
la radio daban el primer boletín informativo de la mañana “se ha encontrado la
caja negra del avión accidentado hace una semana, en la que perecieron todos
sus pasajeros”.
Excelente microrrelato que, agridulce, navega entre lo onírico y lo real hacia un final que, aunque trágico, no trasluce dramatismo fácil y ramplón, lo cual no es nada fácil.
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