Solía aventurarse por aquellos lugares tan sórdidos,
cada vez que podía, poniendo en riesgo su propia integridad física. Pero, a él, ya nada le importaba. Para cuando la razón le hizo entender qué
sucedía, ya la droga se había convertido en una inquilina que habitaba su
cuerpo. Una inquilina que lo invitaba a
bailar una danza de espejismos y sombras, sobre un cenagal sin fondo
Eres una buena contadora de historias. Este relato es una muestra. Entras directamente en lo que nos quieres contar, atrapas al lector en la primera línea a través de los interrogantes que abres. Muy buen trabajo. Como puedes ver, sólo introduje pequeños cambios en los signos de puntuación para ayudar al ritmo de lectura. Genial. Sigue adelante porque madera te sobra, créeme.
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