Soy un paraguas, ¡como una cosa más!. Como es lógico, paso mucho tiempo guardado en
el segundo cajón del mueble que se encuentra en el vestíbulo. Ese que solo se abre de año en año, cuando
llegan las primeras lluvias. Somos varios,
en realidad. Todos los años pasa lo
mismo; mi señora, cuando sale a la calle en estos tiempos, se olvida de
llevarme. ¿La solución?, ¡comprar uno
baratillo!. Así que aquí los hay de
todos los colores y razas: como un bazar en casa.
Al llegar el invierno, empiezan las manos, que no
son otras que las de los hijos de mi señora, a despertarnos de un largo
sueño. Son ellos quienes primero nos
necesitan. Si llegan visitas y al salir,
llueve, echan mano del cajón de los paraguas y así todos los días, hasta que
terminan con todos. ¡Ah!, pero a mí no
hay quien me toque, presumo de ser el preferido de mi señora; llevamos mucho
tiempo juntos.
He de decir que, últimamente tengo la sensación de
que los tiempos románticos de nosotros los paraguas, están pasando. Pronto seremos ¡una cosa más!. Yo estoy vivo porque mi señora se sirve de mi
con todo cariño, de lo contrario sería tirado a un contenedor con las varillas –que
son mis costillas –retorcidas de dolor.
Por eso, como viejo paraguas que soy, veo a las parejas de hoy, cada uno
con su propio paraguas. Así es imposible
llevar juntos sus cuerpos o caras.
Muchos años atrás, si alguna pareja tenía la suerte de tener uno,
cruzaban sus brazos por la cintura, unían sus cuerpos y mejillas y se guarecían
bajo el paragua. Con ello tenían ocasión
–como hacen los pajaritos enamorados –juntar sus cabecitas y darse
piquitos. Ahora, si de casualidad una
pareja va bajo el mismo paraguas, escuchas que uno le dice al otro, ¡eh, tú!
¿para ti solo y yo fuera?, me veo toda mojada, egoísta. Como les digo, ¡se está muriendo el
romanticismo!
¿Quién no recuerda aquella escena del guapo y galante
actor bajo su paraguas, llevándolo cariñosamente en sus manos, como si de una
pareja se tratara?. ¡Cantando bajo la
lluvia, en la noche, alrededor de una farola encendida! Actor y paraguas, ambos
bailando al son de la música. Después de
aquello y hasta la fecha, jamás he vuelto a ver una escena parecida, ni un
paraguas con tanto protagonismo.
Con el estilo y el tono que ya te son característicos, Águeda, y en la voz de un paraguas, nos has regalado esta vez, una bonita historia y unas cuantas sonrisas. Muy bien.
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