Bruno
condujo, sin rumbo, durante horas, repasando mentalmente las mismas escenas: el
primer beso de Sofía, su esposa, el día de su boda, la construcción de la casa
de sus sueños… Se le encogía el corazón
recordando imágenes de sus seis años de matrimonio.
Unos cinco
meses antes, Sofía le había descubierto un amante. Aunque ya había puesto punto final a su
relación, su infidelidad había lastimado profundamente a su esposa y por eso,
temía perder a Sofía para siempre.
Aquella
noche, había intentado una vez más recuperarla.
Cuando ella regresó del trabajo, la recibió con la bañera llena de agua
caliente y pétalos de rosa, pero Sofía rechazó sus insinuaciones, lo que
provocó una discusión.
-Parecía que
nos amábamos mucho –se lamentaba ella –¿por qué me siento tan sola por las
noches aunque él esté junto a mí? ¡El matrimonio tiene que ser algo más que
esto!
Bruno salió
furioso de la casa y se fue en la camioneta.
A muchos kilómetros de allí, rompió a llorar. ¡Cuánto la amaba!. Dio
media vuelta y regresó.
El amanecer
le sorprendió sentado en el vehículo, frente a su casa. Poco después, se abrió la puerta principal y
una Sofía sonriente empezó a caminar hacia él.
El bálsamo sanador del perdón –suave como pétalos de rosa- : en eso me hace pensar tu relato, Águeda. Muy bonito.
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