Ese día,
despertó y se dio cuenta de que estaba sola, realmente sola. No tenía a nadie que le dijera te quiero o,
simplemente, buenos días. Empezó a
llorar con tristeza, al comprender que la soledad era una constante en su vida
y que, debía aceptarlo así, tal y como era.
Miró alrededor de su cuarto y observó una por una, todas las cosas
bonitas acumuladas por ella a lo largo de su vida: perfumes, bisutería, joyas,
trajes, zapatos, cuadros…
Fue hacia la
ventana y miró a través de ella. La
grandiosidad del día con el sol despuntando por el horizonte, el mar a lo lejos y las montañas reverdecidas
por las lluvias caídas en las últimas semanas, le hicieron entender una
cosa. No tenía motivos para estar triste
ni sola, ante tanta belleza. Le dio
gracias a Dios por ese nuevo día, secó las lágrimas de su cara y salió a
disfrutar de la mañana.
Hermoso, Esther. Me ha emocionado leerlo. Muy bien.
ResponderEliminarMagnifico relato Esther. La vida siempre es un regalo y más vale vivir sola, que mal acompañada.
ResponderEliminar¡Precioso mamita! Que bonito es que me sigas sorprendiendo y enamorando despues de tantos años. Pero no estas sola mi mami, yo estoy contigo, te digo te quiero todos los dias y se que me escuchas.
ResponderEliminarNo sabia de este blog hasta hoy, gracias Isabel, mil gracias. Sigue así de linda.