Al pasar por el salón de mi cada, me quedo contemplando
el espejo que allí está. Admiro su bello
diseño, de estilo antiguo, muy tallado, de color jade oscuro. Siempre me ha llamado la atención y no paso
cerca de él sin mirarme y me digo, ¡estoy guapísima a pesar de mis años!.
Todos los días me lo repito. Yo veo las arrugas, pero por mi interior el
tiempo no ha pasado y cuando tus hijos te dicen ¡mamá, qué guapa estás!, ese
día más joven te sientes.
Un día, al levantarme y mirarme en él, pensé, el
espejo tiene arrugas pero no son las mías, son el reflejo de la cortina que
está detrás de mi. ¡Dios, cuántas tiene y yo no me había fijado!
De todas maneras y pese a ello, yo me sigo sintiendo
guapísima porque, indudablemente, las arrugas del espejo son el reflejo de la
cortina, sólo eso, nada más.
¡Qué bueno, Maruca! Ingenioso, divertido, bien contado y además, tienes razón, estás guapísima, sí señor.
ResponderEliminarOriginal la asociación que se ve en el texto y con un toque de humor. Por muchas arrugas que se vean y aunque no tengamos cortinas cerca, da igual, la culpa es del reflejo de la cortina. Las arrugas son hermosura y todas/os estamos guapiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisimos
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