Habíamos
quedado en la playa al atardecer. Luis
llevaría puesto un brillante collar rojo.
Me encantaba que se le ciñera al cuello porque… si se portaba mal, podía
castigarlo tan solo tirando de él…, sabéis a lo que me refiero, ¿no?. Luego, más tarde, él sabía que estaría
completamente libre de ataduras, corriendo con su melena al viento, mientras yo
esperaba con ansia sus besos, recorriéndome desde los pies hasta la comisura de
los labios…, aquellos besos con sabor a … él.
Yo acariciaba tiernamente su cabello y librándome de sus húmedas
caricias, esperaba a que me devolviera la pelota que le acababa de lanzar, como
un buen perro.
Muy bueno. Fiel a tu estilo, nos vuelves a sorprender con un microrrelato con final inesperado.
ResponderEliminarE influenciado por cierta lectura poco acorde con mi edad ¿No crees? =D
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