Siempre que pienso en un paraguas, lo asocio con el
mal tiempo y a la vez con alguna novela de misterio y suspense…, pero no, los
años vividos me han enseñado que no se pueden hacer suposiciones.
Cuando recibí la llamada de mi hija anunciando su
visita a nuestra casa, con su nena de cuatro años, pensé: esto es un regalo de Navidad en el mes de mayo. Empezamos a hacer preparativos y a la
pequeña, le compré una linda muñeca, pero al lado, en la juguetería parecía que
me hacía guiños, un paraguas infantil de color azul con dibujos de mariposas de
todos los tonos. Sin dudarlo, lo compré
también.
Cuando llegaron nuestras esperadas visitantes, me
hizo mucha gracia que mi nieta Isabel, se sintiera atraída inmediatamente por
el paraguas de mariposas. Se volvieron inseparables,
lo llevaba a todos lados.
Un día, mi hija debía ir de compras y nos encomendó
el cuidado de la nena. Claro,
dijimos, la llevaremos de paseo a la
avenida de enfrente; está preciosa con sus laureles de indias, hibiscus de
todos los colores, banco y un kiosko.
Antes de salir, mi hija la dejó vestida con un
trajecito de alegre estampado con lazos en los hombros y con unas cholitas
rosadas.
Estábamos todos orgullosos de pasearla con lo guapa
que estaba. ¡Sin paraguas no voy!,
dijo decidida. Así será, le contestamos.
Cuando la niña vio la rambla llena de flores,
árboles inmensos y el agradable sol sobre su piel, abrió el paraguas y empezó a
correr y a cantar. Yo solo veía unas
cholitas rosadas que volaban, y la voz de la nena a pleno pulmón que decía: Dicen que las tortugas son lentas, lentas,
lentas y yo soy rapidita… y yo soy rapidita, y ¡qué le voy a hacer!.
Una vecina pasó en ese momento, muerta de la risa,
viéndonos a mi hijo y a mí todos colorados corriendo detrás de la cholitas
rosadas. Cuando recuperamos a Isabel, le
compramos un helado y decidimos regresar.
Afortunadamente se quedó muy modosita en la acera, esperando el cambio
de semáforo y con su paragüitas desplegado, volvió a cantar con entusiasmo,
dejando admirados a los paseantes y a nosotros fascinados, la siguiente
estrofa:
Dicen que los
monitos son feos, feos, feos, pero
yo soy bonita…
¡y qué le voy a hacer!
ResponderEliminarNo tienes idea de lo que me he reído con esta narración , como si a mi me hubiese ocurrido.
Divertida anécdota muy bien contada. Escucharlo de tu voz, con el ritmo y la cadencia que te son propias, ha sido una absoluta gozada.
ResponderEliminarque bonito escribe sigue asi no pierda la ilusión de escribir esa cosas tan maravillosa maria
ResponderEliminarTodo un placer, escuchar esta historia tan tierna, eres genial y maravillosa leyendo tus relatos, un beso.
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