Camina a
través de la arboleda de un parque. Es
otoño y hay una lluvia de hojas muertas que siembran el suelo. Se detiene; duda pero lo hace y al final se
sienta en un banco del parque. Mientras
mira su falda de paño y sus zapatos de charol, contempla como un perro
abandonado se acerca y lame sus zapatos.
Le parece ver a su hija que la contempla con una gran pena…; es su hija
Martina. No siente nada, ni siquiera el
frío asiento del parque…es 1950.
Tú optaste por un narrador omnisciente que observa todo, sabiéndolo todo. Para esta voz narrativa, Martina, la hija, es la gran ausente y, tal vez, el motivo de la gran soledad de este personaje que camina en el parque. Muy bien.
ResponderEliminarTatiana : te quedó tan bonita la narración que me pareciò notar las hojas del otoño ante mis ojos . Felicitaciones. Alicia
ResponderEliminarConmovedor relato, te felicito.
ResponderEliminarNo hay nada como el banco de un parque, para organizarl los recuerdos. Mª Dolores.
ResponderEliminarDe FLORES DEL TEIDE.