Hoy me han dicho que Martina ha fallecido, pero no, no es
verdad; ella había dejado este mundo hace muchos años cuando, poco a poco, se
sintió apartada. Ya no era
imprescindible, pues lo había entregado todo: su salud, su amor, su vida
entera. En sus peores momentos de
soledad, levantaba el teléfono, aunque fuese sólo para oír: le informamos que no tiene ningún mensaje.
Martina nunca encajó en ese nuevo entorno que se fue creando
a su alrededor; nada de esplendor y riqueza.
Ella era humilde y así prefirió mantenerse, aunque cada día se sentía
más triste.
¡Qué sepelio solitario! Casi nadie estaba allí, quizás por vergüenza
o ¿arrepentimiento?. Aunque soy dueña de
una importante empresa, no me importó perder ese día una reunión con los más
altos ejecutivos del país, y me alegro, porque me entregaron este retrato tan
sencillo como ella misma y también los zapatos de charol de Martina, que
brillan de nuevo a través de mis lágrimas, al recordarla cuando me enseñó la
palabra: abuela.
Yo, que le tengo un especial cariño a este personaje de mi libro de relatos Huéspedes de la lluvia, me emociono, al leer de tu pluma, como desgranas el porqué de su melancolía, la razón de ese sentimiento de profunda soledad de Martina. Es del todo gratificante para mí descubrir a mi Martina a través de tu mirada. Un abrazo, Alicia.
ResponderEliminarEmotiva tu martina Alicia. con un trasfondo de tristeza y soledad, muy bien contado, te felicito.
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