...Y allí estaba el
escaparate, con aquellos maniquíes a los que les sentaba tan bien la ropa.
¡Pero que mona iba a estar yo con eso puesto!.
Después bajaba la
vista y….el precio era disuasorio. No importaba, siempre estaba el maniquí de
al lado que era igualmente atractivo…,o la posibilidad de adquirir prendas
sueltas: ¡ahí estaba el gancho!. ¿Iba yo a poder combinarlos con ese acierto?
Mi fondo de armario no
resistía ciertas extravagancias...;la pena de quedarse la prenda colgada o ir
ridícula. Después, el cristal me devolvía la imagen propia y me decía “pero si ya
no tienes veinte años”, “¿a dónde vas con esa ropita?” y yo le contestaba,
“cierto, pero con veinte años no podía comprarla”. Ahora puedo permitirme ser
algo excéntrica.
Viva el sentido del humor, lleno de mucho de verdad disfrazada con inteligente ironía. Y estoy de acuerdo contigo, los años nos van dando licencia para permitirnos ser nosotras mismas, sin más adornos que… ¡la vida!.
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