La lluvia limpia todo; cuando cesa, hace que los días sean
más alegres, más festivos. Yo me detengo
a contemplarla a través de la ventana y, a veces, miro hacia la alacena; allí
en una repisa hay un viejo retrato.
Éste, con el cariz que le ha dado el paso del tiempo, me traslada hasta
el pasado de su protagonista. Su figura
escuálida, casi de caricatura; vestida con una burda falda de paño y unos
grotescos y horrendos zapatos de charol que le dan una apariencia pasada de moda;
casi irrisoria. ¿En qué estaría pensando para vestirse así? Seguro que en las
últimas tendencias de la época no sería.
Se muestra solitaria y melancólica, en medio de un parque, rodeada de
esqueléticos árboles; ya podía haber escogido un entorno un poquito más alegre
para la foto, digo yo.
Sigo pensando en ella y, me la imagino caminando sola por
allí, con la única compañía de un perro.
Bueno, no es para menos; con esa apariencia no creo que tuviera mucha
suerte con los hombres. Miro el dorso de
la foto y leo “A Martina, 1950”; ese fue el año en que apareció muerta. La encontraron sentada en un frío banco del
parque, vestida con esa misma ropa –sería que no tenía otra o que la compraba a
lotes –y con la única compañía del perro, que lamía constantemente sus zapatos;
parece que es al único que le gustaban.
Al pensar en su muerte, imagino que murió congelada (es
lógico; ¿a quién se le ocurre ir al parque en pleno invierno, a sentarse en un
helado banco de piedra?, seguro que se murió porque se le congeló el trasero y
ya no pudo levantarse). Ah, por cierto,
Martina, a la que está dedicada la foto, soy yo, su hija.
Muy buen trabajo. Con un tono burlón -oscilando entre un tinte cómico y de desprecio – absolutamente distante del personaje y sus circunstancias, has deshilado, tramo a tramo, el relato original de Martina, para llevarlo hacia un final sorpresivo, a partir del cual el lector comprende aún más la tremenda soledad que rodeaba a la madre de quien se nos habla. Genial
ResponderEliminarLo lograste Carmen , no era fácil . Felicitaciones. Alicia
ResponderEliminarIsabel creo a Martina y con poesia la cubrio. Pero pobre Martina la vida la maltrato, su hija la ignoro, y para rematar Carmen la critico. Te felicito Carmen, un besazo.
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