En días como estos: lluviosos, fríos; la melancolía me
invade, dejando paso a los recuerdos que, sigilosos, acuden a mi memoria. Noto su presencia. Allí, en la alacena, su ajada fotografía me
mira, me atrapa. La tomo entre mis manos
y, apoyado en el alféizar de la ventana, tras el lloroso cristal, imagino sus
andares; evoco sus últimos días entre nosotros.
En su juventud, poseía una figura elegante, estilizada. Ahora, es la sombra de lo que fue, con sus
pasitos de vieja geisha: pasos pequeños y lentos…, cansados pasos. Ya la vida le estorba, la arrastra como un
pesado fardo del que quisiera deshacerse.
Pero no está sola; su inseparable perro la acompaña en sus últimos días,
en sus últimas horas. Comparte su
destino que se extingue…, dejando en rescoldos lo que antes fueron llamas
vigorosas.
Toma asiento, está exhausta, abre sus pulmones y los llena de
oxígeno…, de vida. Es otoño, sus
ancianos ojos observan el crepúsculo de los árboles. Sus hojas, ataviadas con dorados, púrpuras y
magenta, anuncian el final de su existencia, ya consumida, para devolverlas a
la tierra. Ella, también desea cerrar
por fin sus agotados párpados y descansar…, y dormir.
Allí iba cada día; a su querido parque, donde se encontraba
bien; rodeada de sus flores, en su banco favorito. La encontraron una tarde de 1950, con su fiel
amigo a sus pies, velándola. Sus
delicadas facciones reflejaban la paz anhelada.
Murió tranquila, como deseaba; con una amable sonrisa dibujada en sus
labios…, nos dijo adiós
Había sido feliz; había tenido una vida plena, dueña de sí misma, de sus actos, decidiendo
desde su libre albedrío, adelantada a sus tiempos. Sí, así era mi madre: independiente y
resolutiva. Siempre nos quisimos, aunque
no nos soportábamos. Yo, Martina,
también heredé su individualismo vital.
Con el mismo tono melancólico del relato original, pero con una actitud definitivamente más cercana y cómplice con la protagonista, nos haces una magnífica etopeya de las dos Martinas; la que narra y la narrada.
ResponderEliminarPreciosa tu narración Roberto , muy humana, te felicito. Alicia.
ResponderEliminarUn relato precioso que la tristeza hace aún más bello. Tefelicito
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